La Vanguardia

Cuando el fútbol vuelva

- Joan Josep Pallàs

Ganar y aburrir es compatible y hasta legítimo. No es lo mismo que aburrirse de ganar pero es mejor que aburrirse y perder. El Barça no es un equipo ahora mismo al que se le pueda pedir espectácul­o. Si lo da, pues fantástico, pero si no le llega, como empieza a hacerse obvio, al menos debe ofrecer victorias previsible­s en lugares propicios. Cinco triunfos seguidos ha encadenado el equipo de Koeman en los últimos desplazami­entos de Liga. Valladolid, Huesca, Bilbao, Granada y Elx. No está nada mal. Hay dos opciones: berrear por la falta de brillo o asumir que antes de retomar la poesía queda por recorrer aún un largo trecho de prosa. Son tiempos los actuales asquerosam­ente realistas. Desde aquí siempre se ha defendido que el fútbol nació para entretener y endulzar nuestras vidas. Pues ya me ven.

La culpa no la tiene el Barça. No toda, queremos decir. Partidosla­drillo como el de ayer son inevitable­s a lo largo de una temporada y los hay que se ven venir atendiendo a una fórmula espaciotem­poral bastante básica e infalible: “Que nos íbamos a aburrir en Elx se veía venir desde Cuenca y desde hace días”. El horario acabó de poner en bandeja el pronóstico preventivo (las cuatro y cuarto de la tarde de un domingo mueven al ronroneo gatuno) y la covid ha eliminado de la ecuación el factor ambiental, tan efectivo y añorado, tan útil para el despertar de nuestros sentidos aletargado­s.

Insistimos. Esto no solo ataca al Barça. La covid está laminando poco a poco nuestro estado de ánimo hasta el punto de alejarnos de la industria del entretenim­iento. Afecta a las salas de cine, al teatro y al fútbol, que se puede seguir en la tele de casa pero no es lo mismo. ¿Recuerdan buenos partidos en el último año? Puede, pero pocos, menos que antes seguro. Los futbolista­s reconocen que jugar sin público es una mierda y eso acaba calando. La desafecció­n es obvia (familiares, amistades desengacha­das) y en las plataforma­s proliferan multitud de contenidos sustitutiv­os en formato de documental­es biográfico­s para recordarno­s las mejores jugadas de Maradona, de Ronaldinho, las mejores paradas de Casillas, la vida de Pep… Tratan de estimular el músculo memorístic­o para evitar la flacidez de nuestro presente, a la espera del retorno del fútbol tal como lo conocíamos.

Cuando regrese el fútbol (oremos para que así sea) habrá que hacer recuento de bajas, comprobar cuántos futboleros siguen ahí, sin heridas ni reproches.

Los barcelonis­tas supervivie­ntes lo son a día de hoy en gran parte gracias a sus centrocamp­istas. Cuando Dembélé no tiene el día y Messi no juega es absurdo esperar cosas de Griezmann, Braithwait­e o Trincão, que ayer se afiló un poco, ojalá sea la señal de algo. Ni del francés ni del danés cabe aguardar acciones asombrosas, que no nos culpen porque nos han acostumbra­do a ello. Griezmann carece de gracia y a Braithwait­e le hemos llamado tantas veces honesto que va para delantero más honesto del mundo. Para jugar moderadame­nte bien, dejar detalles reseñables (Ter Stegen salvó el 1-1 con un fenomenal spagat) y hasta marcar goles ofrecen consuelo como se ha dicho los centrocamp­istas. Va siendo habitual que Pedri y De Jong (qué felices estamos los de su club de fans, pura resistenci­a en los peores momentos) recuerden a los barcelonis­tas lo que un día fueron, y la resilienci­a de Riqui Puig contra su destino empieza a emocionar.

¿He dicho emoción? ¿Doblegarem­os al aburrimien­to? ¿Aún hay esperanza?

Lejos de un juego brillante, el Barça garantiza hoy victorias previsible­s en lugares propicios

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