Planeta Cronenberg
Crash
Dirección: David Cronenberg
Intérpretes: James Spader, Holly Hunter, Elias Koteas,
Producción: Canadá, 1996. Duración: 100 minutos. Drama ★★
Crash sigue siendo una película tan fascinante y turbadora, y tan vigente en su abstracta descripción del mundo, como hace 25 años. Pertenece a la etapa intermedia de David Cronenberg, la que iría de Inseparables a Spider, antes de dar un giro hacia el thriller con las potentes Una historia de violencia y Promesas del este; una etapa de ruptura no en su personalísimo discurso pero sí en sus formas, más depuradas que en sus inicios: Crash, además de ser un modelo de cómo filmar un texto (J. G. Ballard) infilmable, es elegantemente fría, bella, sinuosa, aséptica. Película sobre deseos y pasiones al límite, plantea un universo enfermizo, el más perfecto ejemplar (con Videodrome) de ese cine de “la nueva carne” que fue el sambenito de Cronenberg. Contemplar Crash , ya desde su primera imagen en el hangar, es viajar a un universo que siente atracción por el metal helado, los accidentes de coche (hay una recreación espeluznante del que le costó la vida a James Dean), la chapa desguazada, los cuerpos cubiertos por cicatrices y hematomas, la ortopedia, el aroma de la sangre… De tan dantesco panorama emergen catárticas dosis de hechizo que desencadenan paroxísticos apetitos sexuales, excitaciones casi sobrenaturales, siempre o casi siempre en el interior de un automóvil (la escena más erótica transcurre en un tren de lavado). Éxtasis más allá de la razón, pornografía mecánica y Eros y Thanatos librando un pulso, pues la muerte es el inevitable fin de trayecto en esta excursión a nuestros infiernos interiores. Queda claro que no es Crash una película cómodamente transitable.