Contra la pandemia y el reloj
Hace quince días solicité visitar la nueva unidad de covid en el hospital de Bellvitge. Imposible –me contestaron–, ya está llena de infectados. Luego, pedí visitar la del Germans Trias i Pujol. Tendrá que ser mañana –me respondieron–, porque la abriremos el lunes y la mayoría de sus camas se ocuparán de inmediato. Y para allá que me fui el 29 de enero.
A estas dos unidades se sumarán otras tres en la segunda quincena de este mes, las de los hospitales Pere Virgili, Arnau de Vilanova y Moisès Broggi. En total, alrededor de quinientas camas más para hacer frente a la urgencia pandémica, en pabellones construidos contrarreloj, en unos cinco meses.
Durante las últimas semanas hemos leído mucho sobre la respuesta de la Comunidad de Madrid a la covid: el hospital Isabel Zendal, de nueva planta, inspirado grosso modo en los equipamientos provisionales que durante la primera oleada se instalaron en pabellones de Ifema. Entretanto, el Servei Català de la Salut trabajaba sin pausa en sus cinco nuevos pabellones, cuya principal diferencia con el Zendal es que han sido concebidos como ampliaciones de hospitales preexistentes, conectados con sus zonas de cuidados intensivos, perfectamente equipados y con vocación de permanencia. Si la Vila Olímpica se convirtió en un nuevo barrio barcelonés tras alojar a los atletas, estas unidades covid pasarán a ser ucis polivalentes cuando la pandemia remita.
El pabellón covid de Germans Trias i Pujol no se distingue por su vistosidad arquitectónica: es un simple paralelepípedo (con cerramiento de vidrio y una celosía para modular la insolación) unido por una pasarela al hospital preexistente. Pero sí se distingue por la respuesta que desde la arquitectura se ha dado allí –como en los otros nuevos pabellones– a las exigencias específicas de la pandemia. Estamos hablando, en este caso, de un pabellón de tres plantas (más una superior para instalaciones), con otras tantas unidades de cuidados intensivos (dos para covid y otra convencional). Los arquitectos han recurrido a sistemas industrializados para acelerar la construcción, en la que llegaron a trabajar 190 obreros a la vez. Y han priorizado la racionalización de la planta, que es diáfana y tiene áreas de control panópticas, con camas distribuidas a su alrededor. Se han trazado circuitos que separan a los enfermos del personal que no debe tener contacto con ellos. Y se ha garantizado que los espacios de tránsito sean seguros, optimizando los sistemas de ventilación y filtrado del aire.
Las vacunas contra la covid han requerido unos diez meses de trabajo. Estos pabellones se han completado en la mitad de tiempo. ¡No está mal!