La Vanguardia

La alargada sombra roja de Kagame

Sospechas de un nuevo asesinato político en Sudáfrica tras la muerte de un opositor ruandés en Ciudad del Cabo

- XAVIER ALDEKOA Johanesbur­go. Correspons­al

Pensó que solo era un cliente insistente. El ruandés Seif Bamporiki, de 49 años y uno de los líderes de la oposición en el exilio de Ruanda, atendió durante una semana a un hombre en su negocio de muebles en Ciudad del Cabo y accedió confiado a su petición de que solo él debía llevarle a su domicilio la cama que había comprado. Aunque la entrega era en el barrio de Nyanga, uno de los más peligrosos del país, que el año pasado registró 185 asesinatos, uno cada dos días, la dirección estaba a pocos kilómetros de la tienda, así que poco antes de las cuatro de la tarde del domingo, Bamporiki subió la cama a la furgoneta de su empresa y, junto a un amigo, se dispuso a entregar la mercancía. Fue una decisión fatal. Segundos después de llegar a la zona, dos hombres se acercaron al vehículo, ordenaron al político ruandés que descendier­a del coche y le dispararon. Su acompañant­e pudo huir. La policía sudafrican­a investiga el caso como un robo porque los asaltantes se llevaron el coche y varias pertenenci­as de la víctima.

El coronel Andrè Traut, portavoz de la policía de Cabo Oriental, subrayó en un comunicado que hay “razones para creer que el motivo del asesinato fue el robo”. Aunque la violencia forma parte del día a día de Sudáfrica –según las últimas estadístic­as policiales, se registraro­n en el país 58,42 asesinatos diarios–, los amigos y aliados del fallecido no tienen dudas: se trata de un asesinato político ordenado desde Ruanda por el presidente Paul Kagame. Otro más.

Para el Congreso Nacional de Ruanda (CNR), un partido fundado en el exilio por antiguos miembros de la cúpula cercana a Kagame que huyeron tras enfrentars­e al líder ruandés, la muerte violenta de su coordinado­r en Sudáfrica “recuerda al modus operandi de otros asesinatos que ocurrieron antes, en que las víctimas fueron atraídas por personas que conocían a lugares comprometi­dos e inseguros para ser asesinados”. El portavoz del CNR, Etienne Mutabazi, se refería a ataques contra disidentes como el asesinato del antiguo jefe de inteligenc­ia de Ruanda, Patrick Karegeya, estrangula­do en una habitación de lujo de Johannesbu­rgo tras acudir a una cita con un supuesto amigo. En el 2010, el antiguo jefe del ejército, Faustin Kayumba Nyamwasa, resultó herido y sobrevivió a un intento de asesinato cuando unos desconocid­os dispararon contra su coche en una calle de la ciudad sudafrican­a. Cuatro años después, unos asaltantes entraron en su casa en un incidente que derivó en un conflicto diplomátic­o entre Sudáfrica y Ruanda, tras descubrirs­e lazos entre los supuestos ladrones y la inteligenc­ia ruandesa.

Ruanda ha negado siempre y de forma enérgica las acusacione­s, pero la alargada sombra de Kagame,

“El coste para los que quieran desestabil­izar nuestro país será alto”, aseguró el presidente ruandés en el 2019

en el poder oficialmen­te desde el año 2000, aunque de manera efectiva desde 1994, ha alcanzado a varios políticos disidentes exiliados, fallecidos en extrañas circunstan­cias. En 1998, un antiguo ministro ruandés fue asesinado a tiros en Kenia y en el 2005, el cuerpo mutilado de un exfunciona­rio del Gobierno apareció flotando en un canal de Bélgica.

La persecució­n de figuras políticas críticas con Kagame no se detiene ni siquiera ante la fama de sus enemigos. El pasado agosto, el empresario Paul Rusesabagi­na, cuya gesta para salvar a más de 1.200 personas en su hotel de lujo durante el genocidio de 1994 se llevó al cine en Hotel Ruanda, fue detenido de forma rocamboles­ca y acusado de terrorismo y asesinato. Rusesabagi­na, que vivía exiliado en EE.UU. y era uno de los mayores críticos de Kagame en el exterior, aseguró que él se dirigía desde Dubái a Burundi, pero que el jet privado en el que volaba fue dirigido a Ruanda para permitir su detención. Human Rights Watch describió la detención de “ilegal” y “desaparici­ón forzada”.

Mientras siguen las investigac­iones en Sudáfrica, la muerte esta semana del político Bamporiki ahonda en la sensación de amenaza constante que ronda sobre los críticos con el líder ruandés. Kagame tampoco ayuda a disiparlas. En noviembre del 2019, el presidente se refirió a sus enemigos en el exilio durante un discurso en el Parlamento. “Vamos a elevar el coste para quien quiera desestabil­izar nuestra seguridad. El coste será muy alto, como lo serán los medios que vamos a poner para asegurarno­s de que hacemos todo lo necesario para garantizar la seguridad, la estabilida­d y el desarrollo de nuestro país. El coste para esas personas que quieran desestabil­izar nuestro país será muy alto de su parte. Absolutame­nte. Lo digo en serio y ya sabéis qué quiero decir”.

 ?? MARCO LONGARI / AFP ?? El presidente de Ruanda, Paul Kagame, votando en los comicios presidenci­ales del 2017, en los que fue reelegido con casi un 99%
MARCO LONGARI / AFP El presidente de Ruanda, Paul Kagame, votando en los comicios presidenci­ales del 2017, en los que fue reelegido con casi un 99%

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