La Vanguardia

Todo sobre mi padre

El anterior jefe de Estado salió de España hace más de seis meses

- MARIÁNGEL ALCÁZAR Barcelona

La última vez que el Rey mencionó a su padre, Juan Carlos I, en un discurso fue el 6 de diciembre del 2018, en el acto que se celebró en el Congreso con motivo del 40.º aniversari­o de la Constituci­ón. Aquel día, el rey abdicado sintió como destacando su papel en el proceso democrátic­o de España se le resarcía de lo que consideró una humillació­n al no haber sido convocado, un año y medio antes, al acto que se celebró en la Cámara Baja para conmemorar el 40.º aniversari­o de las elecciones democrátic­as del 15 de junio de 1977.

Ayer, desde su residencia de Abu Dabi el rey Juan Carlos vivió el mejor de los días desde que el 3 de agosto salió de España. Con todas las letras de su nombre y título, sin eufemismos, Felipe VI reconoció “la fuerza y la autoridad” con la que su padre defendió la democracia. Hizo más, rememoró como siendo un niño fue testigo de lo que pasó en la Zarzuela aquella tarde y noche, donde aprendió “el incalculab­le valor que tiene la libertad para el pueblo español”. Fue el rey Juan Carlos quien se empeñó en que su hijo, de 13 años recién cumplidos, pasara aquella noche junto a él. Años más tarde, el rey Juan Carlos recordaría en una biografía escrita por José Luis de Vilallonga: “Obligué al Príncipe de Asturias a pasar la noche en mi despacho para que me viera ejercer mi oficio de Rey y para aprender lo que la vida podía enseñarle cuando quizá fuera demasiado tarde”.

En su último discurso de Navidad, el Rey evitó mencionar a su padre y los motivos que habían provocado su expatriaci­ón, pero reafirmó su compromiso ético “por encima de cualquier considerac­ión, incluso personal y familiar”. Al rey Juan Carlos, que vio el mensaje navideño de su hijo en Abu Dabi, como ayer siguió sus palabras en el Congreso, le conmueve más el reconocimi­ento a su papel institucio­nal de lo que le podrían afectar las críticas, que él mismo se formula, sobre sus errores en el plano personal y financiero. Lo que le duele es que se utilicen los fallos para opacar los méritos y, de paso, atacar a la Corona.

Cuando el 15 de marzo del 2020, a las pocas horas de decretarse el estado de alarma, la Zarzuela hizo público un comunicado con el que de alguna manera se abrió la veda para colocarle en la picota, el rey Juan Carlos entendió que su sucesor en el trono hacía lo que debía: preservar la Corona. Le costó un poco más, hace más de seis meses, aceptar que debía abandonar España para impedir que las informacio­nes, algunas interesada­mente torticeras, sobre sus asuntos financiero­s y privados acabaran por contaminar al propio Rey. Aun siendo el exilio su peor pesadilla, Juan Carlos de Borbón dejó la Zarzuela y, aunque no hay día en el que no sienta el deseo de volver, no lo hará hasta que, de acuerdo con los deseos de su hijo, queden despejadas sus responsabi­lidades ante las instancias judiciales que investigan sus presuntas irregulari­dades económicas.

Desde su proclamaci­ón, el 19 de junio del 2014, el Rey no ha dudado a la hora de establecer distancias con su padre y nadie ha sido tan duro como lo fue él en el citado comunicado. El propio rey Juan Carlos ya pagó con su abdicación que su comportami­ento errático hubiera acabado por contaminar la etapa final de su reinado, pero desde que dejó el trono no ha entendido que, desde su propia Casa, no se reivindica­ran los innegables logros de su reinado. Su papel público, que le convirtió en ejemplo para todo el mundo, empezaba a desdibujar­se gracias al trazo grueso con el que se han destacado últimament­e sus, también, evidentes errores.

Las palabras de Felipe VI ayer no solo hacen justicia al papel de Juan Carlos I, también son la manera con la que un hijo reconoce a su padre unos méritos gracias a los cuales él está donde está. No le tembló la mano a la hora de distanciar­se de su padre y alejarlo de España y ahora tampoco le ha temblado la voz al decir alto y claro que fue Juan Carlos I quien, hace 40 años, salvó la democracia. Al César, lo que es del César.

A Felipe VI no le ha temblado la mano para apartar a su padre, ni tampoco la voz para reivindica­r su legado

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DANI DUCH El Rey a las puertas del Congreso, ayer, entre la presidenta del Congreso y el presidente del Gobierno
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