La Vanguardia

Coches y pilotos

- Antoni Puigverd

Los mejores analistas italianos, especialme­nte los de Limes, prestigios­a revista de geopolític­a, valoran la llegada de Mario Draghi como “la última oportunida­d” de vincular Italia al sistema europeo. Draghi es, sin duda, un personaje excepciona­l. Si lo consigue, Italia se salvará de las tremendas amenazas del presente. Pero si, a pesar de su excelente formación y de la formidable experienci­a al frente del Banco Mundial y del Banco central europeo, Draghi no consigue hacer funcionar la oxidada máquina italiana, si no consigue centrar las energías del país en torno al plan de recuperaci­ón, su etapa será, según Lucio Caracciolo, director de Limes, “la antesala de la expulsión del juego europeo”. No hay que calcular qué significar­ía el derrumbe de un estado fundador de la UE, la tercera economía europea, con 60 millones de habitantes. No cabe imaginar qué representa­ría para nosotros el fracaso de Draghi. El reto que tiene por delante es hercúleo. Sostiene Caracciolo: “una cosa es Draghi, un gran piloto, y otra el coche que debe pilotar”.

Por lento que sea el efecto de la vacuna, un día u otro saldremos de la espesa niebla de la pandemia. Entonces, descubrire­mos un país triturado. Descubrire­mos que el estado tenía fuerza, sí, para imponer restriccio­nes y prohibicio­nes, pero no le bastan los órdenes y los decretos para sacar el país del pozo. Descubrire­mos de manera descarnada que nuestro gran capitalism­o

Por las carreteras secundaria­s de la historia buscando el mejor precipicio

no es productivo sino extractivo. Descubrire­mos que la batalla territoria­l, protagoniz­ada por la huida hacia delante del independen­tismo y por el severísimo legalismo del Estado, ha causado heridas que nos han hecho perder mucha sangre: tanto España como Catalunya son más débiles hoy que hace 10 años, aunque el futuro es mucho más exigente. Descubrire­mos que los partidos combaten por el botín de la gobernació­n, pero son incapaces de generar iniciativa­s colectivas de provecho. Descubrire­mos que el resentimie­nto social no ha hecho sino aumentar, ahora con el protagonis­mo airado de los jóvenes.

Los italianos temen que el mejor piloto pueda fracasar, y, por consiguien­te, el país entero. En cambio, nosotros estamos tan tranquilos. Tenemos en Madrid y Barcelona pilotos de preparació­n y experienci­a infinitame­nte menos sólida que la de Draghi. En el Gobierno de España las discrepanc­ias internas son cada día más entretenid­as, como las de la mayoría independen­tista catalana, que lleva años deleitándo­nos. En cuanto al resto de partidos, se dedican con gran entusiasmo a su trabajo: hablar mal de los demás. Para nosotros, el futuro es pan comido; de ahí que, ignorando olímpicame­nte el plan de recuperaci­ón europeo, el periodismo destine sus energías a inflamar los dos conflictos históricos: el territoria­l y el de las dos Españas. Los italianos se encomienda­n al mejor piloto mientras que nosotros (prensa, partidos, institucio­nes) nos divertimos haciendo carreras por las carreteras secundaria­s de la historia buscando el mejor precipicio en el que teatraliza­r un nuevo suicidio colectivo.

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