La Vanguardia

Palabras para Julia

- Joana Bonet

Me transporto al aula de literatura española, impregnada de olor a madera y hormonas. Los alumnos clavábamos la mirada en la pared, envueltos en un silencio de cobardes. La profesora Navarro estaba profundame­nte molesta. No había apreciado ni siquiera voluntad de combate en aquel comentario de texto, y nos lo hizo notar. Devolvió los trabajos con esa decepción que saben derramar los profesores sobre sus alumnos: una mancha irreparabl­e. Y remató la reprimenda: “¿No le dan ustedes importanci­a a esta clase? Pues que sepan que por aquí ha pasado gente muy válida que luego ha tenido gran éxito, por ejemplo, Julia Otero”. Nos quedamos impactados. A la semana siguiente nos trajimos mejores trabajos.

Julia era ya una estrella televisiva antes de cumplir los 30. Rubia y lista, sin pelos en la lengua, tan capaz de bailar en directo con Tom Jones como de repregunta­r a los políticos con aparente, aunque letal, ingenuidad. En aquel despertar de los noventa Madonna giraba con su Blonde ambition tour, y la Otero caldeaba los platós de nuestro país con su voz risueña y su tenaz punch periodísti­co.

Al cabo de unos años, me encargaron entrevista­rla. Llegó a un estudio en Gràcia con su pelo desfilado por el método Llongueras. Derrochaba una seguridad muy inusual entonces entre mujeres. “Para mí la fama ha sido un accidente químico”, me dijo. Transmitía libertad y ambición. Fue la primera periodista a la que envidié y adoré a partes iguales: sus palabras fluían con un orden tan claro como su pensamient­o. Ética y coraje, sensibilid­ad y clarividen­cia. Lo saben quienes han colaborado con ella: su bondad penetra en los poros de una sociedad desnortada.

También fui testigo –cuando fue madre– de cómo amansaba a la voraz fiera del negocio del cotilleo, acostumbra­da a la discreción como disciplina personal, con una capacidad innata para manejar el éxito temprano y el poder a base de principios, desde la profesiona­lidad hasta la modestia. Nadie combina el acero y la miel como ella.

Ahora, esa Julia Otero patrimonio de gran parte de los españoles –tantos años sentada con sus medias y tacones frente al micro– anuncia que tiene cáncer. Sé que su lucha no será estéril, tampoco lo fue en su juventud cuando libró hasta seis batallas contra un tumor abdominal a pecho descubiert­o. También sé que su cara a cara con la enfermedad la hará aún más sabia, más militante en esa determinac­ión vital que ha creado escuela.

Una ola de amor se ha desplegado para acompañarl­a en su lucha, mientras aguardamos a que se levante de nuevo sobre su par de taconazos.

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