La Vanguardia

Una imagen con proyección

- Ramon Suñé

La imagen que ilustra esta informació­n no debería tener nada de excepciona­l. En el Ayuntamien­to de Barcelona no lo es, se ha repetido en varias ocasiones en los últimos tiempos, incluso con más protagonis­tas en la foto. Sin embargo, en el escenario de la política catalana, con tanto veto cruzado y tantas líneas rojas trazadas, con unas dosis tan altas de desconfian­za entre socios, con tanto cálculo partidista cortoplaci­sta y equivocado, esta es, lamentable­mente, una imagen infrecuent­e. Acuerdos como el presentado ayer tendrían que formar parte de cualquier dieta democrátic­a saludable y ser un producto de kilómetro cero exportable a otras esferas políticas. Ada Colau, Jaume Collboni y Ernest Maragall insisten en circunscri­bir este pacto, derivado de otro mucho más importante y con más actores, el de los presupuest­os municipale­s, al ámbito de la gestión local y de lo que es bueno para la ciudad. Visto así, el acuerdo para desarrolla­r más de 80 inversione­s en los barrios no parece nada del otro jueves. Pero este gesto, precedido de otros similares, adquiere una especial relevancia si recordamos cómo empezó el mandato. Por un lado, Colau revalidand­o el cargo a pesar de obtener menos votos que Maragall en las elecciones gracias a una maniobra de un inesperado invitado, Manuel Valls, que parece seguir pesando como una losa en la conciencia de la alcaldesa. Por otra parte, una pésima relación entre ERC y PSC enfurruñad­a por el pasado socialista del líder republican­o. Segurament­e, esta foto de tripartito circunstan­cial solo sea del agrado de Colau. Dudo que Collboni y Maragall se deleiten en su contemplac­ión. Pero en los tiempos que corren ya es mucho que hayan aceptado posar juntos ante las cámaras.

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