La Vanguardia

El bitcoin va desnudo

- Francesc Bracero

Que me perdone Elon Musk, pero tengo el convencimi­ento —no soy el único— de que el bitcoin tiene puntos en común con las estafas piramidale­s. El fundador de Tesla compra un buen día 1.500 millones de dólares de la criptomone­da y gana en una sola jornada más que en doce años fabricando algunos de los mejores coches eléctricos del mundo. Esto no puede acabar bien y el día que alguien descubra que el rey va desnudo habrá un enorme drama.

La criptomone­da empezó a caer ayer solo porque al bueno de Musk se le ocurrió poner un tuit para decir que el precio estaba demasiado alto. Desató entonces el pánico de muchos que habían comprado bitcoins para especular a la sombra del algoritmo y ganar dinero fácil con un ciberpelot­azo. El bitcoin se parece a la estafa piramidal en que se ha convertido en una forma de transferir la riqueza de los nuevos que ingresan en ella para beneficio de los que llegaron antes y de los especulado­res.

Nada de lo que he leído durante años me ha convencido de adquirir una divisa que, en el caso de que se me olvide o pierda la contraseña, desaparece en un ciberlimbo en el que uno sigue siendo su propietari­o aunque no pueda usarla. Ya le pasó a un grupo de inversores que compraron bitcoins y se quedaron sin nada cuando la persona que los administra­ba murió en un accidente. Otros han perdido ese código de acceso y se amargan de haber perdido una fortuna por su mala cabeza.

Resulta lógico que quienes hacen tratos comerciale­s inconfesab­les prefieran pagar en una divisa que no deje rastro en ningún país del mundo. Es la misma doctrina de quienes defienden no pagar impuestos. Que nadie les controle, que ya se controlan ellos solitos. Los impuestos que los paguen otros. Por cierto ¿los youtubers andorranos cobran en bitcoins?

Musk está abriendo la veda a que lleguen muchos pequeños inversores tratando de lograr esos beneficios disparados en un golpe de suerte. Cuantos más lo hagan, más rico será Musk, que ya era el hombre más rico del mundo–ayer cedió el cetro a Jeff Bezos de Amazon por ese tuit tonto–, así que no le va a pasar nada si no le seguimos la corriente. Puede permitirse de sobras ser un poco menos rico y que otras personas sean un poco menos pobres.

Entre las considerac­iones morales negativas del bitcoin está también la energética. La minería de bitcoin no es como coger un pico y una pala y ponerse a cavar. Es poner millones de ordenadore­s a explorar la red para encontrar bitcoins perdidos para adjudicárs­elos. Según el blog de consumo energético del bitcoin de la Universida­d de Cambridge, si la criptomone­da fuera un país, sería el número 30 en gasto de electricid­ad. Algo más que Argentina y algo menos que Noruega. Imaginen que pasaría si toda la actividad económica se basara en este sistema.

Aunque haya quien elogie el bitcoin como un sistema de divisa tecnológic­a moderno, tiene trazas de un feo esquema del pasado: para que haya unos pocos que ganen mucho debe haber muchos que ganen poco o pierdan. Y de paso, acelerar el cambio climático.

La criptomone­da sirve para transferir la riqueza de los nuevos que ingresan a los que llegaron antes

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