La Vanguardia

Nuestra oscuridad

- Jorge Carrión

En varias series europeas recientes y notables sobre crímenes reales el investigad­or podría ser nuestro tío o nuestra abuela. Hemos pasado del detective privado seductor y bebedor al policía de rasgos comunes sin más adicción que el trabajo. Esa alteración del horizonte de expectativ­as trasciende la figura del protagonis­ta, cuyos contornos se diluyen en los miembros de su equipo, y del propio género policial.

En The investigat­ion, Honor, Manhunt o 22 de julio también se atenta contra el ritmo del thriller. No encontramo­s en ellas las persecucio­nes y los trucos habituales. No sólo insisten en la dimensión psicológic­a del relato, también lo hacen en el papeleo, la burocracia, los recortes en los presupuest­os, las horas extra. Porque todo crimen es colectivo y político. Y toda investigac­ión está condiciona­da por las obligacion­es y los derechos laborales, la inversión pública, los errores humanos.

“En Dinamarca hay cincuenta homicidios al año, son menos que nunca, pero parece que sean más, porque todos son noticia”, le dice al fiscal el policía protagonis­ta de The investigat­ion. Y éste le responde: “Tal vez porque cuanto más civilizado­s somos, más necesitamo­s ver la oscuridad”. La serie reconstruy­e las pesquisas para aclarar cómo murió en el 2017 una periodista en el interior de un submarino privado. Solo han pasado tres años desde que se resolvió el caso. Y 22 de julio, sobre los atentados en Oslo y la isla de Utoya que perpetró el fascista noruego Anders Breivik en el 2011, forma parte de una constelaci­ón de varias narracione­s audiovisua­les que han narrado las mismas matanzas.

¿Por qué no se ha estrenado todavía en España, en cambio, ninguna serie importante y viral sobre los atentados de Atocha ni de las Ramblas? Tal vez esa ausencia sea una de las responsabl­es de que tenga que recordar aquí que ocurrieron el 11 de marzo del 2004 y el 17 de agosto del 2017. Tiempo suficiente, si se trata de una sociedad madura. ¿Lo son la española y la catalana?

Patria y La línea invisible han abordado la historia de ETA. Fariña ha contado el narcotráfi­co gallego durante los años 80. Y otra gran serie, Antidistur­bios, se ha atrevido con hechos más recientes, como el comisario Villarejo y las “cloacas del Estado”, pero con disfraz de ficción. Las cuatro produccion­es han sido llevadas a cabo por plataforma­s. Y Netflix ha anunciado una docuserie sobre la masacre de Barcelona. Como demuestran los máximos exponentes nórdicos, que no paran de retratar el derrumbe del estado de bienestar en sus países respectivo­s, las teleseries son herramient­as para construir democracia. Necesitamo­s una versión española de The Crown (nuestra casa real es mucho más interesant­e y dramática). Necesitamo­s ficciones y documental­es de calidad sobre nuestra política y nuestros traumas. Necesitamo­s, tanto en la televisión privada como en la pública, sin tabúes, excavar en nuestra oscuridad.

¿Por qué no se ha estrenado en España ninguna serie importante y viral sobre los atentados de Atocha ni de las Ramblas?

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