La Vanguardia

Después del chispazo

- Enric Juliana

Sánchez promete ayudas, elogia a los jóvenes y ofrece aliento centrista al PP ante la acometida de Vox

Casado busca oxígeno en los pactos de Estado y Podemos también baja el pistón, apelando a la “pedagogía”

Después de las chispas y las llamas de Barcelona, soplan en Madrid unas brisas institucio­nales. “Cuidado, que esto se nos puede ir de las manos”, parecen estar pensando , si no todos, sí la mayoría de los dirigentes políticos de un país azotado por una grave epidemia e instalado desde hace un año en una comedia bárbara.

Celebradas las elecciones catalanas, todos, o casi todos, tienen algún motivo para recular. Tensar más la cuerda ya no ofrece incentivos ante un público exhausto. Sólo Vox, el gran beneficiar­io de la actual situación de desgaste social, se siente espoleado a sembrar de espejos cóncavos el callejón del Gato. Acaso le interese tirar más de la cuerda a Carles

Puigdemont, que acaba de perder las elecciones catalanas, pero ni siquiera eso puede afirmarse con rotundidad, puesto que un día puede cambiar la dirección del viento en los tribunales belgas. Hay un gran cansancio.

Hay un monumental hartazgo. Y existen indicios de que debajo de ese hartazgo se está acumulando un polvorín. Las protestas de distinto signo e intensidad registrada­s en los últimos diez días –Jaén, Linares, Granada, Madrid, València, Barcelona...– son erupciones de una misma falla sísmica. En unos casos, la lava ha salido de manera silenciosa, como en un tranquilo volcán hawaiano: la pacífica y masiva protesta de Jaén contra el abandono de la provincia. En la vesubiana Barcelona, la erupción ha destrozado los escaparate­s del paseo de Gràcia y ha convertido en cardos los lirios que el nacionalis­mo catalán depositaba hace tres años en los coches de los Mossos d’esquadra. Ahora ya no aman a su policía. El transformi­smo alcanza en Catalunya cotas muy difíciles de superar, pero también el mágico fenómeno posconverg­ente obedece a la necesidad de adaptarse a las fiebres de una clase media convulsion­ada. Seisciento­s mil votos independen­tistas se quedaron en casa el pasado 14 de febrero. Todas las sacudidas de los últimos días forman parte de una misma cadena sísmica: la falta de confianza en el futuro. Cuando adquieren agudeza, los conflictos sociales no suelen ser amables.

Hace tiempo que el fantasma de los chalecos amarillos franceses (once muertos, cuatro mil heridos, doce mil arrestados, daños innumerabl­es) ronda por España sin acabar de plasmarse. Lo que acaba de ocurrir en Barcelona no es comparable con las manifestac­iones de ira social que estallaron con enorme virulencia en Francia a principios de diciembre del 2018, y, sin embargo, algo tienen que ver. Algo grave se está incubando y la política profesiona­l parece que empieza a tomar nota de ello. “Cuidado, que el país se nos puede escapar de las manos”. Las crisis siempre se vuelven más virulentas cuando empieza a verse luz al final del túnel.

Pedro Sánchez quiso comparecer ayer en el Congreso con un mensaje apaciguado­r. Después de las erupciones volcánicas, un plan de ayudas directas de 11.000 millones de euros a los sectores más afectados por la epidemia, con prioridad para la pequeña empresa, el pequeño comercio y la hostelería. A la espera de conocer la letra pequeña del plan, queda claro que en el Gobierno han quedado esta vez en minoría las reticencia­s del ala ortodoxa de la Moncloa mejor conectada con los altos funcionari­os de Bruselas. La Comisión Europea vigila, pero después de la apaciguado­ra llegada de Mario Draghi al gobierno de Italia, nadie en el estado mayor europeo desea que España se convierta ahora en un peligroso volcán social. Hay margen. Es la política, en el sentido más profundo del término, la que estrecha y ensancha márgenes en Europa. El imperio de nuevo tipo necesita paz en su flanco sur.

Sánchez efectuó ayer una importante corrección de rumbo. Mano tendida al Partido Popular y búsqueda de un área central en el Congreso. Se acabaron los piropos a Vox: ese inaudito elogio del presidente del Gobierno al “sentido de Estado” de Santiago

Abascal después de que la extrema derecha salvase hace dos semanas al PSOE de una dolorosa derrota parlamenta­ria. Pronto se dieron cuenta que habían cometido un error. También un día los socialista­s franceses se dieron cuenta que François Mitterrand había hinchado demasiado al Frente Nacional para dividir a la derecha francesa. Cuando Lionel

Jospin lo descubrió ya era demasiado tarde. Sánchez elogió ayer a los jóvenes, después de las cargas

policiales. Teme perder el contacto con ellos.

Pablo Casado reivindicó el “sentido de Estado”, reafirmand­o su voluntad de pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, del consejo de administra­ción de RTVE y del Defensor del Pueblo, puesto que puede recaer en Ángel Gabilondo, el diputado más prudente y silente de la Asamblea de Madrid. Las negociacio­nes están en marcha y no van a excluir a Unidas Podemos del nuevo órgano de gobierno del poder judicial.

Podemos también está bajando el pistón después de tres semanas de leninismo pop a todo volumen.

Pablo Iglesias sabe manejar bien los altos voltajes, cual Nikola

Tesla en el interior de la jaula de Faraday, pero no puede aparecer como el principal causante de una crisis de Gobierno. En Comisiones Obreras hay mucha preocupaci­ón por el exceso de tensiones en el Ejecutivo, que juzgan perjudicia­les para la concertaci­ón social. Pablo Echenique habló ayer de la necesidad de una mayor “pedagogía” sobre las disensione­s en el seno del Gobierno. La pedagogía es una de las asignatura­s pendientes de UP.

Vox amenaza con una segunda moción de censura.

 ?? STEFANO BIANCHETTI / GETTY ?? El inventor e ingeniero eléctrico croata Nikola Tesla, sentado junto a una jaula de Faraday
STEFANO BIANCHETTI / GETTY El inventor e ingeniero eléctrico croata Nikola Tesla, sentado junto a una jaula de Faraday
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain