La Vanguardia

Campanas en el bosque de Sherwood

- Irene Solà

Os hablaré de hechos antiguos que hace días que me repican en la cabeza, como campanas de otros tiempos, que parece que resuenen hoy. A principios del 2013, Núria Güell preparaba una exposición en el Museu Abelló de Mollet del Vallès con el comisario Oriol Fontdevila. Durante el proceso de investigac­ión encontró la tesina de un alto cargo de los Mossos, El síndrome de Sherwood, donde se repasaban varios modelos de actuación policial basándose en escritos de grandes teóricos de la guerra como Sunzi o Von Clausewitz y se desarrolla­ban estrategia­s militares magistrale­s para acabar con los antisistem­a, a quienes llamaba Robin Hoods. La intención de Güell era utilizar ese ejercicio académico para analizar el papel de la policía en una democracia y estudiar la formación pedagógica que reciben los agentes de policía. En un primer momento, la escuela de los Mossos d’esquadra colaboró con la artista y le permitió visitar algunas instalacio­nes, aunque se le vetó el paso a la biblioteca (hablando de campanas que resuenan, me viene a la cabeza la abadía oscura de El nombre de rosa), pero, unos días antes de inaugurar, el alcalde de Mollet recibió una llamada de la dirección general de la policía catalana y la exposición se canceló.

A finales del mismo año, la Fundació Palau invitó a Güell a formar parte de otra exposición. La artista presentó pilas de ejemplares de la tesina, que había sido subrayada por un abogado con el fin de marcar todas las estrategia­s ilegales, y utilizó la rueda de prensa para revelar el acto de censura. Explicaba, no sin ironía, que a Oriol Fontdevila y a ella los habían “convencido de que el arte no puede hacer juicios paralelos a lo que se está debatiendo en el Parlament”.

Algunos de los fragmentos subrayados de la tesina dicen así: “Dejar que durante el recorrido se produzcan bastantes actos vandálicos para intensific­ar el debate sobre el comportami­ento antisocial del movimiento antisistem­a...”, o “si la concentrac­ión o manifestac­ión no se prevé lo bastante violenta, se puede llegar a provocar un poco con detencione­s nada justificad­as y nada pacíficas unos días antes para caldear el ambiente...”.

En la misma exposición había una videoinsta­lación donde Ester Quintana explicaba cómo era su vida después de que una pelota de goma lanzada por un dispositiv­o de los Mossos d’esquadra le vaciara un ojo.

No sé si las campanadas os llegan, pero tanto la lista de ojos y testículos perdidos como la de artistas a quienes el Estado quiere decirles sobre qué temas pueden y no pueden trabajar (y por trabajar, entendamos hacer arte o cantar) siguen creciendo.

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