El cimborio culminaba la seo
La segunda gran actuación constructora en la catedral de Barcelona, luego de la fachada, fue la del cimborio. La aguja había de ser coronada por la imagen de Santa Elena.
Para llevarla a cabo se instaló un montacargas, una modernidad si se comparaba con los medios clásicos de la tracción animal, empleada pongo por caso, cuando se había de izar una campana en la torre. Era entonces todo un espectáculo de dimensión popular, al admirar más el ingenio afinado por la profesionalidad que la fuerza.
Se llevaba a cabo el último episodio de la terminación de la catedral, que había suscitado una polémica enconada.
Habían sido presentados diversos proyectos. El primero ya fue dibujado por Josep Oriol Mestres en 1860, en el que había colaborado su ayudante August Font. No prosperó.
Años más tarde se añadió la propuesta de Joan Martorell. Era la que aunó más respaldo, al ser la preferida por la mayoría de arquitectos, destacados intelectuales y la prensa.
La polémica que se enzarzó no sólo esgrimía una variada argumentación de obvio signo artístico, sino incluso ideológico y político.
Fue requerida la intervención de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, autoridad máxima tradicional. Destacó entonces la opinión muy combativa de Josep Puig i Cadafalch, al denunciar en un fundamentado artículo la ignorancia supina que los burócratas de aquella institución exhibían sobre la arquitectura catalana, y no les reconocía autoridad para dictaminar.
A la hora de la verdad, fue el banquero y mecenas en esta aventura Manuel Girona quien decantó la elección en Mestres; el qui paga, mana siempre ha tenido en estos contornos una eficacia rotunda, inapelable. No es ocioso recordar que Girona y Mestres habían amistado como alumnos de arquitectura en la Escola de Llotja.
Las obras de la fachada principiaron en 1882 y fueron culminadas en 1885; las del cimborio, entre 1906 y 1913. Fallecido Mestres, Font, quien en calidad de su ayudante ya había proyectado este elemento, dirigió a pie de obra su realización. El debate había influido en modificar su altura para acercarlo a la propuesta de Martorell: los 75 metros previstos en el proyecto inicial pasaron a 90.
El cimborio se estructuraba en dos cuerpos, mientras que la aguja prismática era octogonal y calada. Fue enriquecida con vidrieras, en las que aparecían representados numerosos dignatarios históricos de la Iglesia Católica, santos y monarcas. Sorprende la presencia de Francisco I de Francia, el que pasó por la ciudad en condición de prisionero perdedor de la batalla en Pavía. En total hay 50 personajes, y, por supuesto los mecenas, Manuel Girona y sus hijos Manuel y Anna, quienes recibieron además el honor de ser enterrados en esta catedral que habían contribuido de forma decisiva y generosa a que fuera culminada; habían pagado 2.381.945 pesetas.
Los mecenas Girona fueron enterrados en la catedral por ellos sufragada