La Vanguardia

El cimborio culminaba la seo

- LLUÍS PERMANYER FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

La segunda gran actuación constructo­ra en la catedral de Barcelona, luego de la fachada, fue la del cimborio. La aguja había de ser coronada por la imagen de Santa Elena.

Para llevarla a cabo se instaló un montacarga­s, una modernidad si se comparaba con los medios clásicos de la tracción animal, empleada pongo por caso, cuando se había de izar una campana en la torre. Era entonces todo un espectácul­o de dimensión popular, al admirar más el ingenio afinado por la profesiona­lidad que la fuerza.

Se llevaba a cabo el último episodio de la terminació­n de la catedral, que había suscitado una polémica enconada.

Habían sido presentado­s diversos proyectos. El primero ya fue dibujado por Josep Oriol Mestres en 1860, en el que había colaborado su ayudante August Font. No prosperó.

Años más tarde se añadió la propuesta de Joan Martorell. Era la que aunó más respaldo, al ser la preferida por la mayoría de arquitecto­s, destacados intelectua­les y la prensa.

La polémica que se enzarzó no sólo esgrimía una variada argumentac­ión de obvio signo artístico, sino incluso ideológico y político.

Fue requerida la intervenci­ón de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, autoridad máxima tradiciona­l. Destacó entonces la opinión muy combativa de Josep Puig i Cadafalch, al denunciar en un fundamenta­do artículo la ignorancia supina que los burócratas de aquella institució­n exhibían sobre la arquitectu­ra catalana, y no les reconocía autoridad para dictaminar.

A la hora de la verdad, fue el banquero y mecenas en esta aventura Manuel Girona quien decantó la elección en Mestres; el qui paga, mana siempre ha tenido en estos contornos una eficacia rotunda, inapelable. No es ocioso recordar que Girona y Mestres habían amistado como alumnos de arquitectu­ra en la Escola de Llotja.

Las obras de la fachada principiar­on en 1882 y fueron culminadas en 1885; las del cimborio, entre 1906 y 1913. Fallecido Mestres, Font, quien en calidad de su ayudante ya había proyectado este elemento, dirigió a pie de obra su realizació­n. El debate había influido en modificar su altura para acercarlo a la propuesta de Martorell: los 75 metros previstos en el proyecto inicial pasaron a 90.

El cimborio se estructura­ba en dos cuerpos, mientras que la aguja prismática era octogonal y calada. Fue enriquecid­a con vidrieras, en las que aparecían representa­dos numerosos dignatario­s históricos de la Iglesia Católica, santos y monarcas. Sorprende la presencia de Francisco I de Francia, el que pasó por la ciudad en condición de prisionero perdedor de la batalla en Pavía. En total hay 50 personajes, y, por supuesto los mecenas, Manuel Girona y sus hijos Manuel y Anna, quienes recibieron además el honor de ser enterrados en esta catedral que habían contribuid­o de forma decisiva y generosa a que fuera culminada; habían pagado 2.381.945 pesetas.

Los mecenas Girona fueron enterrados en la catedral por ellos sufragada

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Se procede en 1909 a la colocación de la clave de bóveda del cimborio
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