“El leopardo de las nieves fue mi Moby Dick”
Sylvain Tesson, escritor y aventurero, que publica ‘El leopardo de las nieves’
Junto con el británico Colin Thubron, los estadounidenses Paul Theroux o Jon Krakauer o los españoles Ander Izagirre o Gabi Martínez, el francés Sylvain Tesson (París, 1972) es lo más parecido que uno puede encontrar hoy en día a esos aventureros míticos que recorrían los parajes más maravillosos del planeta, poniéndose en riesgo y exhibiendo elegancia y buena prosa. Ha dado la vuelta al mundo en bicicleta, ha cruzado el Himalaya a pie, las estepas de Asia a caballo, pasó diez días sin beber en el desierto del Gobi, ha vivido seis meses en una cabaña sin luz ni agua en Siberia... Se pueden seguir sus andanzas en los libros y documentales que va produciendo. El último que nos llega,
El leopardo de las nieves (Taurus/ Angle), narra su viaje al Tíbet, en compañía del fotógrafo Vincent Munier y otras dos personas, para avistar una especie en peligro de extinción, el leopardo de las nieves, que se convierte en su obsesión. El autor, declarado enemigo de las nuevas tecnologías, conversa con este diario por teléfono desde París, gracias a que le presta el móvil su editora en Gallimard.
¿Qué quería hacer en el Tíbet?
Muy simple: ver un leopardo de las nieves. Tenía necesidad de ver al objeto de mi deseo, raro, bello y difícil de ver. Él era Moby Dick, yo el capitán Ahab pero no quería matar a mi ballena, sino vivir una experiencia puramente estética. Hay gente que viaja para ver un cuadro o escuchar una pieza musical. Yo quería contemplar ese ser vivo.
Es una experiencia casi mística, como ver a la Virgen.
Se parece, pero yo jamás vi a la Virgen. En el Tíbet, estaba en una cueva, esperando durante días, semanas, jamás sucedía nada y, de repente, apareció, solo un momento, bellísimo entre la nieve, daba la sensación de que había descendido del cielo. Fue místico, porque se aparece otra cosa más allá de su mera presencia, que esconde otra dimensión. Al verlo, se me superpusieron otras caras: una novia que se fue, mi madre muerta...
China domina finalmente el Tíbet, con la logística, explica. Se puede someter militarmente un país, por la fuerza. Los chinos lo hicieron así desde los años 50. Pero, en un determinado momento, intentaron algo más perverso y eficaz: la dominación por la logística. Construyeron escuelas, carreteras, hospitales, suministraron electricidad y gas, infraestructuras... El colonizado obtiene confort y prosperidad. ¿Por qué rebelarse?
¿Qué diferencia su viaje del que podría hacer un cazador?
Técnicamente nada: la espera, los rastros, la paciencia, el equipo... Son los mismos métodos pero yo no destruyo a un animal inocente. Si un día quisiera matar a un animal, lo intentaría con armas igualitarias a las suyas, no me gusta la asimetría. Me gustan las armas de fuego, disparo a dianas de papel para mejorar mi precisión, pero es estúpido dirigir una bala contra un ser vivo, no le dejas ninguna posibilidad. La caza es absurda, no la guerra, ese viejo método de comunicación entre hombres, donde el adversario tiene posibilidades.
Usted defiende la conservación de la naturaleza frente a las utopías revolucionaria, religiosa o tecnológica.
Son la misma cosa: la política, la religión y la tecnología adoran el mañana, la esperanza, son una ilusión. Olvidan proteger el hoy, que es donde vivimos. Soy un conservador, no político sino global.
¿Se entrenaba subiendo las escaleras de Notre Dame?
Sí. Tuve un accidente grave, caí de un tejado, me quedé sin musculatura, pesaba 49 kilos y para recuperar músculo subía cada día la torre de la catedral.
¿Cayó de un tejado?
Me gusta escalar monumentos y edificios, no lo diga, es totalmente ilegal. En Barcelona escalé el pescado de la Villa Olímpica. No me atreví con la Sagrada Família porque es difícil agarrarse a la arquitectura de Gaudí. Las catedrales también me gustan mucho.
LA APARICIÓN
“Fue una experiencia mística, como ver a la Virgen, había más cosas bajo su apariencia”
ILEGALIDADES
“Escalo monumentos, edificios y catedrales, hice el pescado de su Villa Olímpica”