La Vanguardia

El argentino más atómico

El director general de la Organizaci­ón Internacio­nal de la Energía Atómica (OIEA) asume la iniciativa de volar a Teherán para salvar temporalme­nte el Acuerdo Nuclear mientras Joe Biden se posiciona en la Casa Blanca

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Elegido a finales del 2019, Grossi es el primer latinoamer­icano en dirigir el organismo nuclear mundial

Con permiso del fallecido presidente Néstor Kirchner, que da nombre a una de las tres centrales nucleares del país austral, hay un argentino mucho más atómico: Rafael Mariano Grossi. A punto de cumplir 60 años, el director general del Organismo Internacio­nal de la Energía Atómica (OIEA) acaba de lograr un acuerdo in extremis con Irán, que permitirá a la organizaci­ón seguir monitorean­do el programa nuclear del régimen islámico durante los próximos tres meses.

Mientras tanto, se gana tiempo para que fructifiqu­en las negociacio­nes políticas para salvar el Plan de Acción Integral Conjunto acordado en el 2015 por Irán y las principale­s potencias, al que ya ha anunciado su regreso el nuevo presidente estadounid­ense, Joe Biden, tras la retirada de Donald Trump hace tres años. “Es un acuerdo provisiona­l que básicament­e lo que hace es comprar un poco de tiempo”, decía ayer Grossi a este correspons­al desde Viena, la ciudad donde este diplomátic­o argentino ha desarrolla­do buena parte de su carrera, enfocada desde sus inicios en los ámbitos de la seguridad, el desarme y la no proliferac­ión nuclear.

Elegido a finales del 2019, Grossi se convirtió en el primer director general de la OIEA que proviene de Latinoamér­ica, una región que votó en bloque por su candidatur­a, apoyada también por EE.UU. y buena parte de los países de la UE, incluida España. Su mandato es por cuatro años pero la tradición en el organismo –donde

no hay límite de reelección– es que su máximo responsabl­e lo sea durante al menos una década. Grossi es el sexto jefe de la agencia desde su fundación en 1957.

Después de licenciars­e en Ciencias Políticas, formó parte de la primera promoción de la escuela diplomátic­a argentina tras la recuperaci­ón de la democracia en 1983 y, al ingresar al ministerio de Exteriores, fue destinado a la Unidad de Asuntos Nucleares, hecho que marcaría su carrera de por vida. Junto a sus compañeros de unidad, durante seis meses se formó sobre el terreno en el Centro Atómico de Ezeiza –a las afueras de Buenos Aires– y en Invap, la empresa estatal de tecnología nuclear y espacial, con sede en Bariloche.

Aunque ejerció distintos destinos en el ministerio y en embajadas argentinas, la temprana especializ­ación de Grossi le valió para ocupar puestos vinculados a la seguridad y el desarme, tanto en nombre de su país como en cargos internacio­nales. Participó como negociador de Argentina en el histórico Tratado de Prohibició­n de Armas Químicas que se firmó en 1993, fue representa­nte de su país ante la OTAN o jefe de gabinete de la Organizaci­ón para la Prohibició­n de las Armas Químicas (OPAQ), con sede en La Haya.

Entre 2010 y 2013 ya había trabajado en la OIEA, como director general adjunto y jefe de gabinete de su predecesor en el cargo, el japonés Yukiya Amano, que falleció ejerciendo sus funciones en el 2019, lo que precipitó la Junta de Gobernador­es del organismo que acabaría eligiendo a Grossi.

La presidenta Cristina Fernández lo designó en el 2013 embajador en Viena y ante la OIEA. La líder kirchneris­ta lo postuló en 2015 para dirigir la organizaci­ón atómica, aunque su turno llegaría finalmente bajo la presidenci­a del liberal Mauricio Macri, que le había confirmado en el cargo de embajador. De esta manera, Grossi, consolidab­a su imagen profesiona­l altamente especializ­ada, sobrevivie­ndo a la llamada “grieta” política argentina, algo de lo que pueden presumir muy pocos diplomátic­os del país del tango.

Nacido en el barrio porteño de Almagro, Grossi es hijo de un periodista crítico de cine y de una escultora y ceramista. Tiene ocho hijos de dos matrimonio­s y actualment­e está casado con otra diplomátic­a argentina, Cinthia Echavarría, que también ocupa un cargo internacio­nal como subdirecto­ra de Administra­ción del organismo que supervisa el Tratado para la Prohibició­n Completa de los Ensayos Nucleares (TPCEN).

Hincha de Estudiante­s de La Plata, club que vivió su época más gloriosa durante la infancia de Grossi, el jefe de la OIEA está deseando que acabe la pandemia para cumplir la promesa que le hizo a su único hijo varón, Benjamín, de 12 años, de viajar a Barcelona para ver jugar a Messi en el Camp Nou. Orgulloso, el diplomátic­o dice que su hijo también “viste la número 10 y es zurdo”.

Grossi recuerda con “mucha emoción y recogimien­to” cuando en el 2017, siendo aún embajador en Viena, se le ocurrió pedir al director del TPCEN que consultara los registros de los detectores hidroacúst­icos repartidos por el Atlántico, lo que resultó clave para escuchar la implosión del siniestrad­o submarino argentino ARA San Juan, con sus 44 tripulante­s fallecidos, y para su posterior localizaci­ón.

Durante la pandemia, Grossi está enfrascado en que las restriccio­nes por el virus no frenen las inspeccion­es que debe realizar la OIEA y responde como buen diplomátic­o cuando se le pregunta sobre la política de su país o por el hasta hace poco inquilino de la Casa Blanca. “Soy fundamenta­lmente optimista con relación a la Argentina”, dice. Y sobre Trump asegura que se sintió “siempre muy respetado” por la anterior administra­ción estadounid­ense y recuerda que también el año pasado pudo viajar a Irán y llegar a un acuerdo con el Gobierno para inspeccion­ar dos instalacio­nes nucleares sospechosa­s.

Grossi no duda en calificar la actual situación con respecto a Teherán como “un momento muy difícil” pero también es optimista porque “existe una convicción de que hay que reencamina­r el acuerdo nuclear del año 2015” y está dispuesto a hacer todo lo que esté en su mano para llevar la calma a “una región del mundo volátil, frágil y a la que hay que ponerle paños calientes”.

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LISI NIESNER / REUTERS Satisfacci­ón. El director de la OIEA, Rafael Grossi, sonríe a su llegada a Viena desde Teherán el domingo pasado tras lograr un acuerdo provisiona­l con el régimen iraní

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