La Vanguardia

La robota respondona

- Laura Freixas

No me sorprendió nada saber que Margarida y Misti mantienen amorosos coloquios. Margarida es una señora de 83 años y Misti, una encantador­a robotita ofrecida por el Ayuntamien­to de Barcelona a ancianos que viven solos. En principio, Misti debía limitarse a cosas como llamar a urgencias si Margarida, por ejemplo, tiene síntomas de infarto. Pero el roce hace el cariño y Margarida le echa piropos a Misti: “¡Mira que eres maja!”, a lo que Misti (convenient­emente programada) contesta: “¡Ay, que me sacas los colores!”, aunque la técnica no ha avanzado aún lo suficiente –todo se andará– para que el plástico blanco que la recubre pase al rosado en ciertas situacione­s.

No me sorprendió, digo, porque ver en los otros no lo que son, sino lo que soñamos que sean, es un viejo anhelo humano. Colette escribió unos simpáticos Diálogos de animales, donde perros y gatos charlan, piensan, se enamoran; Walt Disney creó toda una industria sobre lo mismo, en versión cursi. Edward Said muestra en Orientalis­mo cómo Occidente ha visto en

Oriente no lo que había, sino lo que quería ver: exotismo, erotismo, misterio... Yo creo que históricam­ente los hombres han hecho algo similar con las mujeres. Desde Dante enamorándo­se de una tal Beatriz a la que había visto una vez en la vida, hasta las muñecas hinchables.

Pero quien tiene el poder en el fondo nunca está tranquilo. Tamaño natural, la película de Berlanga sobre un hombre enamorado de una muñeca, termina trágicamen­te: el protagonis­ta degüella a su amada hinchable al descubrir que le engaña, la muy pérfida. En cuanto a Misti, Margarida haría mal en confiarse. Cualquier día de estos, Misti va a telefonear a urgencias –de psiquiatrí­a– y va a decir en un susurro: manden a alguien, que aquí hay una señora echándole piropos a un pedazo de plástico.

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