Barcelona, polo de atracción para los autores latinoamericanos
Las editoriales y cursos atraen aún a buen número de latinoamericanos
Del mismo modo que, un día, los humanos se dieron cuenta de que la Tierra no era el centro del universo, los barceloneses perciben que, en un mundo global, ya no son el gran referente mundial de la literatura latinoamericana del modo en que lo habían sido hace unas décadas ni el lugar por el que hay que pasar obligatoriamente, La Meca indiscutida. Sin embargo, el enorme peso de la industria editorial, su atractiva oferta académica, su ambiente libresco y los restos de una mitología que va del boom a Bolaño siguen siendo fuertes puntos de atracción.
Pilar Reyes, directora editorial de la división literaria del grupo Penguin Random House, cree que “hoy la literatura en español tiene muchos centros y eso es bueno. La FIL de Guadalajara, en México, es un eje clarísimo”. Pero “el mercado más grande sigue siendo España, las editoriales matrices siguen teniendo su centro aquí”, con sellos de referencia en todo el ámbito hispano como Seix Barral, Anagrama, Planeta, Random House, Salamandra, Acantilado... en Barcelona y también en Madrid, con Alfaguara o independientes como Páginas de Espuma. Ahora, además, “existe una cantidad enorme de pequeñas editoriales en todos los países”.
Otro cambio con respecto al pasado es, según Reyes, que los principales escritores ya no tienden a concentrarse en una sola ciudad. Para ella, “España sigue jugando un papel importante, pues en ella se conceden los premios importantes, y sus medios de comunicación tienen una visibilidad internacional muy superior a los de América Latina, donde son más locales. En ese sentido, cuesta más mover algo del norte al sur de América Latina que cruzar el Atlántico”.
Entre las escuelas de escritura, destacan el máster de Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), dirigido por José María Micó y Jorge Carrión; y la Escola d’escriptura del Ateneu Barcelonès, dirigida por Pau Pérez y Jordi Muñoz, la segunda del mundo en número de alumnos.
Asimismo, un 25% de los estudiantes extranjeros de grado de la Universitat de Barcelona (UB) proceden de América Latina, sobre todo de Argentina, Perú, Ecuador y Venezuela. El porcentaje llega al 72% en los cursos de posgrado y al 51% en doctorados y másters (en estos casos, con Chile y Colombia en las primeras plazas). En la UPF, los latinoamericanos suponen el 50% de los másters de Derecho y entre el 5% y el 10% en el resto de materias.
Una mañana de febrero, encontramos, en un aula del máster de la UPF, en la calle Balmes, a tres escritoras chilenas con obra publicada, Paulina Flores, Constanza Ternicier y Carolina Brown. Son alumnas que se han inscrito, cuentan, seducidas por el “espectacular listado de profesores”.
“El trabajo del escritor es muy solitario –explica Brown–, sentí que quería salir de un mercado pequeño como el chileno, y aprender de modo práctico de grandes escritores”.
“La novela que he terminado ahora –cuenta Flores– ha sido un proceso muy largo, necesito conocer otras experiencias, ser mas práctica y no tardar cuatro años más para la próxima”. “Tengo una novela atascada que empecé hace tres años –revela Ternicier– y aquí se trabajan cuestiones muy técnicas, muy finas”.
Las tres asisten a las clases presenciales –solo dos de los 37 alumnos las siguen en remoto desde otros países– y están esperando el momento en que todos se lean mutuamente en “críticas cruzadas”.
¿La mitología literaria de Barcelona tuvo algún papel para hacerlas venir? “La imagen de esta ciudad en Chile está fuertemente inyectada por Roberto Bolaño”, admite Ternicier. “Me vine más por el trap y Bad Gyal”, añade Brown. ¿Influye tener las editoriales cerca? Las tres asienten pero destacan asimismo las librerías y el sistema de bibliotecas, “de los mejores del mundo”.
Uno de sus profesores, el mexicano Juan Pablo Villalobos, afirma: “Que los autores se establezcan en la ciudad por cuestiones creativas tiene que ver con un cliché del escritor que se traslada a ciertas ciudades míticas, París, Madrid, Barcelona, Nueva York o Berlín, como si necesitara un entorno estimulante para alimentar su capacidad creativa. Junto a eso, están las cuestiones paraliterarias, como el fuerte sector editorial, las escuelas de escritura, los doctorados o la maestría, que es por lo que yo vine. Hay dos preguntas: ¿Barcelona ha perdido parte de su atractivo como ciudad estimulante para los creadores? Y ¿ha perdido parte de su influencia
como capital editorial, como lugar donde conseguir que tu carrera despegue? Yo diría que es un fenómeno global, se ha ido disolviendo el poder que tenían las grandes capitales. Los escritores iremos allí donde encontremos medios de subsistencia. Yo soy profesor en la Escac, la UPF, la UAB, imparto talleres literarios... Eso es lo que sustenta mi residencia aquí. Y, por supuesto, que, cuando envié mi primera novela a Jorge Herralde por correo, me llamó y me dijo: ‘Ven a verme’. En metro fueron diez minutos”.