La Vanguardia

David Ribera

Dr. Gota-gota, de Pallapupas

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Los payasos de Pallapupas fueron desterrado­s de los hospitales por la brusca irrupción del coronaviru­s. Sin embargo, paulatinam­ente, van regresando para repartir alegría donde imperan la incertidum­bre y el dolor.

Cabizbajos, soltando lágrimas a chorro y arrastrand­o los pies por el suelo, hace casi un año los payasos de Pallapupas fueron desterrado­s de los hospitales por la brusca irrupción del coronaviru­s. Paulatinam­ente, van regresando para repartir alegría donde imperan la incertidum­bre y el dolor. Ahora no son solo los niños o el resto de los pacientes quienes demandan su dosis de humor, sino el personal sanitario, que ha estado sometido a una enorme presión, y los usuarios de las residencia­s donde se han registrado numerosos fallecimie­ntos.

“La gente nos recibe mejor porque nos necesita más y nosotros nos sentimos más valorados. Nuestro trabajo es estar allí cuando las cosas estén peor. Si todo fuera maravillos­o y fantástico, quizá no existiríam­os”, explica Anna Verbon, responsabl­e de sensibiliz­ación y captación de Pallapupas.

Aunque la mayor parte del personal sanitario no quería prescindir de la aportación emocional de los payasos al comienzo de los momentos más duros (habitualme­nte atendían a 170.000 persones en 14 hospitales, entre pacientes, familiares y personal), tuvieron que hacer las maletas y marcharse con la música a otra parte. “No había epis (equipos de protección) ni para el personal sanitario, nos vimos obligados a irnos)”, rememora Verbon. Después de 20 años, retirada.

Después de varios meses de espectácul­os en línea (sí, también los payasos se apuntaron al teletrabaj­o), el 1 de junio tuvieron lugar las primeras reincorpor­aciones. Nada era igual en los hospitales y los centros sociosanit­arios. Ni los clowns, equipados ahora con dos mascarilla­s y su estandarte, la nariz roja, colocada encima de ellas.

David Ribera actúa en dos centros de Manresa. “Están muy contentos y ven que es más necesario que nunca”, indica. “El personal ha vivido con más tensión todo este tiempo, y ayuda que estemos presentes. Necesitamo­s reír y transforma­r las cosas, ponerles humor”. Este payaso tiene la impresión de que no son los niños, sino los adultos, quienes necesitan más inyeccione­s de alegría. “Un año pasa factura”, reflexiona en este sentido: “La gente necesita relacionar­se, socializar­se, establecer un vínculo, un contacto, y a este espacio de relación emocional parece que se apunten con más facilidad los adultos, los acompañant­es y el personal. Todos tenemos más ganas de salir de esta burbuja”.

En el centro Althaia de Manresa los payasos han adquirido prácticame­nte el rango de personal sanitario. De hecho, al comienzo fueron sometidos a los mismos controles y pruebas diagnóstic­as que el resto de los profesiona­les. Sus actuacione­s tranquiliz­an a los pacientes y rebajan la tensión. “Los anestesist­as nos dicen que la inducción de la anestesia es más fácil si el paciente está relajado y tranquilo, y se necesita menos cantidad de dosis”, apunta Ribera, que reparte optimismo desde los quirófanos hasta las salas de espera. “Notas que allí todo el mundo está muy tenso, distanciad­o, nadie se dice nada. Solo aparecer ayuda a transforma­r la energía que hay en aquel espacio. El hecho de que haya interacció­n es como romper el hielo y las esperas se hacen más cortas. Los adultos, que están muchas horas esperando, nos lo agradecen muchísimo”.

Hace 11 años que Ribera forma parte del grupo de 30 artistas profesiona­les de Pallapupas formados específica­mente como payasos de hospital. Siempre aprendiend­o y en constante evolución, dice. “Es un trabajo muy agradecido. Gracias a él soy más empático, porque se necesita mucha empatía, mucha escucha activa. Aprendes a trabajar desde las emociones y a vivirlas”, añade.

Al contrario de una actuación en un escenario, más pautada, los Pallapupas improvisan en función de la situación y del momento y se declaran tan vocacional­es como los profesiona­les sanitarios. “Está siendo duro, pero es muy necesario. Estás en un entorno que no es fácil, con gente que tiene muy poco contacto con la familia. Su único referente es un equipo sanitario que también está tocado y cansado”, relata Verbom. “Vemos la descarga emocional, el efecto que produce que entre aire fresco. Lo que hace un payaso es mirar la realidad desde otro punto de vista, y esta realidad, que es horrible, puede transforma­rse”.

La covid expulsó a los Pallapupas de los hospitales hace un año; ahora regresan paulatinam­ente

Ahora, los adultos y el personal sanitario, exhausto, valoran más la contribuci­ón de los clowns que los niños

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Un paciente y su acompañant­e reciben la visita de una pareja de payasos en el hospital del Mar, en Barcelona. Llevan dos mascarilla­s y la nariz colocada encima de ellas
SEAN MITCHELL-HENRY La habitación Un paciente y su acompañant­e reciben la visita de una pareja de payasos en el hospital del Mar, en Barcelona. Llevan dos mascarilla­s y la nariz colocada encima de ellas
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Una artista interpreta una pieza musical para una enferma; los payasos de hospital carecen de guion, sus números improvisad­os dependen de la situación y del momento
SEAN MITCHELL-HENRY Música Una artista interpreta una pieza musical para una enferma; los payasos de hospital carecen de guion, sus números improvisad­os dependen de la situación y del momento

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