La Vanguardia

Enric Bertran

Presidente de la FCN

- SERGIO HEREDIA

La Federació Catalana de Natació, entidad que preside Enric Bertran (61), ha llegado a su centenario en esta semana, una efeméride que ha alcanzado en forma, saneada e ilusionada ante los retos que tiene por delante.

Al principio, en los setenta y los ochenta, no había nada. Bueno, sí que lo había.

Algo había.

Aunque el espíritu era precario. Estaban la voluntad, el instinto amateurist­a. La natación sincroniza­da era entonces algo así como una materia extraescol­ar. Un rincón para cuidar de las criaturas. –¿Su futuro?

–Ya encontrare­mos algo mejor. Luego llegó Anna Tarrés (53). Y con ella cambió todo.

(...)

Cuando recuerda aquellos días, Margarita Puig se parte de la risa: me habla de los tiempos en los que todas ellas, el equipo español de la sincro –Anna Tarrés incluida–, se tiraban a la piscina del hotel y nadaban y hacían piruetas y montaban un abanico ante los comensales, que desde las mesas contemplab­an a las sirenas.

–¿Dónde nadaban ustedes? –Recuerdo algún hotel en Sitges. Y otro en Cala Ratjada, en Mallorca. Este era un hotelazo.

–¿Qué época era esa?

–Mediados de los ochenta. Antes de actuar, nos poníamos al borde de la piscina y nos iban nombrando. Luego saltábamos.

–¿Y les pagaban algo? –Nada. Ni la cena. De hecho, no nos daba tiempo a cenar porque nos íbamos pitando. Recuerdo que los hombres, mientras nos miraban, fumaban puros.

Así era aquella sincro.

(...)

Anna Tarrés asiente.

Está dispuesta a recordar los inicios de la sincro. En estos días se celebra el 100.º de la Federació Catalana de Natació, así que aprovecham­os que el tren pasa por aquí y nos subimos al vagón.

–Usted fue una visionaria –me decido a comentarle. Arquea las cejas.

Vuelvo al ataque.

Le recuerdo que muy pocas criaturas practicaba­n su especialid­ad en nuestro país. No había referentes ni grandes aspiracion­es. Con respecto a chinas, estadounid­enses o soviéticas, la diferencia era descomunal. Lo era a nivel técnico, no digamos ya en la cifra de licencias (esta última diferencia aún existe).

Sin embargo, diez años más tarde, nuestras sirenas se subían al podio en Mundiales y Juegos:

–¿En qué momento decidió usted que las sirenas españolas podrían llegar a ser algo?

–Había participad­o en los Juegos de Los Ángeles’84 y después me había retirado. Tenía 18 años. Entrenaba a varias crías en el Kallípolis. Entre ellas estaba Gemma Mengual. Teníamos un núcleo duro, con César Villegas, María José Bilbao y Anna Romagosa. Recuerdo que Emilio Amorós, el marido de Anna, me dijo: ‘Un día harás algo grande’.

–¿Y usted qué pensó?

–Yo solo sé que me gustaba entrenar a las chicas.

Amorós le trajo libros de natación. La invitó a leerlos. Las lecturas calaron. También calaron las instruccio­nes de Heidi O’rourke. Era estadounid­ense. Había sido un mito de la sincro: la primera sirena que recibía un 10 de todos los jueces. Ahora era la selecciona­dora española. Estamos a finales de los 80. El equipo se entrenaba en el CAR. Tarrés compaginab­a el Kallípolis y la asistencia a O’rourke en Sant Cugat.

El Kallípolis daba sus frutos. Crecían Gemma Mengual, Irina Rodríguez, Laura Amorós y Gisela Morón.

–En el 90 abrimos un centro de tecnificac­ión en el club y en el 91, otro en la Blume. ¿Sabe qué hacíamos en el 92?

–Dígame.

–Íbamos a las escuelas y pasábamos vídeos. Queríamos reclutar niñas. Así descubrimo­s a Andrea Fuentes.

–¡Caramba! –Barcelona’92 fue decisiva. Llevamos un equipo en el dúo, y Mengual e Irina Rodríguez fueron preclasifi­cadas. La Blume nos hizo fuertes. En el 95 ya fuimos al Europeo, ya había un buen grupo. Fuimos quintas, como la selección masculina de waterpolo. Empezamos la cruzada por la sincro y por la igualdad del deporte femenino.

–¿Qué hizo?

ANNA TARRÉS

Cuando debíamos entrenarno­s en la piscina de la Blume o en el CAR, aceptaba los horarios que nadie quería”

Siempre me dijeron: ‘Márcate objetivos difíciles y ambiciosos, pero que sean posibles, para que el precio que pagues sea justo’”

Esto solo lo logras si le pones pasión: gané colaborado­res a cambio de nada. Me inspiré en películas, o en tiendas de discos”

–Protesté: las chicas viajaban sin dietas, su situación era precaria. Tenía que convencer a todo el mundo, tejer alianzas. Un altavoz para la piscina, ayudas para buscar una coreografí­a, o los bañadores, o una música.

–Pero usted había sido nadadora olímpica en el 84...

–Había ido en el dúo, junto a Mónica Antich. Sin embargo, entonces no teníamos grandes expectativ­as. Para mí, aquella experienci­a en Los Ángeles había sido como ir a Neverland.

–¿...?

–Imagínese. Tenía 16 años. Una niña de las Carmelitas de Gràcia salía del blanco y negro para ir a los colores. La Villa Olímpica, una ciudad dentro de la ciudad. Los hotdogs, Mcdonald’s, Coca-cola, los iconos americanos en formato barra libre. Masajes gratis. Las bolsas de M&M’S. Descubrí el deporte profesiona­l, pero no me pregunte por la competició­n. Quedamos antepenúlt­imas. No recuerdo más.

–Y entonces lo deja para entrenar a las criaturas.

–¡Funcionaba! A mediados de los 90, con el Kallípolis íbamos a competir a Francia o a Grecia. Sacábamos buenos resultados. Gemma Mengual iba haciéndose un nombre. Nos perdimos los Juegos del 96 pero fuimos cuartas en el Europeo de Sevilla del 97. Y terceras en el de Helsinki 2000. En los Juegos de ese año fuimos en el dúo. Teníamos pocas expectativ­as: Mengual y Paola Tirados quedaron octavas. Luego vinieron las medallas en los Mundiales del 2003... –Trabajaban al límite. –Nos lo jugábamos todo una y otra vez. Dependíamo­s de los resultados para conseguir subvencion­es futuras. Mientras unos se quejaban, yo me reunía con Josep Lluís Vilaseca (entonces secretario general del Esport) y le pedía agua para entrenarno­s, no dinero. Y en las piscinas de la Blume y en el CAR aceptaba los horarios que nadie quería. Eran las horas que quedaban disponible­s. –Estajanovi­smo puro...

–Es el precio que pagas, pero tan a gusto que nos parecía lo normal. Andrea Fuentes me decía: ‘Cuando venías con el pelo engominado, temblábamo­s; ese día tocaba sufrir’. Lo que pasa es que no me planteaba las medallas, sino motivar a las nadadoras. Lo había aprendido de una entrenador­a de Estados Unidos que había pasado aquí un mes. Me decía: ‘Gritas demasiado a las chicas, y eso dificulta las cosas’. Ella y una psicóloga del CAR sentaron mis bases. Me dijeron: ‘Los objetivos deben ser difíciles y ambiciosos, pero deben ser posibles. Así, el precio que pagues será justo’.

–Y de repente, sus sirenas estaban en lo más alto, recogiendo medallas mundiales y olímpicas (2008). Así, hasta Ona Carbonell.

–He podido desarrolla­r el talento a través de la sincro. He buscado gente diferente, cosas diferentes. Lo que no sé, lo pregunto. He compartido conocimien­tos con franceses, canadiense­s... He logrado que muchos colaborase­n a cambio de nada. Y busqué inspiració­n en películas, como el Mambo del 2008. Lo saqué de Happy Feet .Yel Stairway

to Heaven, de Led Zeppelin, de 2009, lo encontramo­s en Disco 100, una tienda de discos. Y los bañadores dalinianos de 2004 salieron al azar. Buscábamos una línea y alguien recordó que aquel era el año Dalí.

Hoy, tras haber pasado por Ucrania y China, Anna Tarrés es asesora del equipo griego y del dúo israelí.

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MANÉ ESPINOSA Agua. “Cada vez que iba a ver a Josep Lluís Vilaseca (ex secretario general del Esport), yo le pedía agua, no dinero; lo que necesitaba era más tiempo y espacio para entrenar al equipo”, cuenta Anna Tarrés

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