La Vanguardia

Juvenal Moïse

Presidente de Haití

- FÉLIX FLORES

Las rampantes bandas criminales y la represión del presidente Juvenal Moïse ponen de nuevo a Haití y los haitianos contra las cuerdas. Moïse ha creado un servicio de inteligenc­ia interior que solo responde ante su persona.

La vulnerabil­idad extrema de Haití a los desastres naturales y humanos vuelve a manifestar­se con violencia. Violencia criminal, violencia policial, violencia política, sin que resulte fácil una distinción clara.

Un apunte de los últimos sucesos. Arnel Joseph, uno de los principale­s jefes de las bandas armadas que aterroriza­n el país, preso desde el 2019 por rapto y homicidio, se fugó el jueves de la cárcel con otros 400 presos durante un motín que causó 25 muertos, incluido el alcaide. Y el viernes acabó el secuestro de una semana de dos cineastas dominicano­s y su intérprete local cuando rodaban precisamen­te un filme sobre la ola de secuestros que sufren los haitianos de toda condición. Los secuestros no son algo nuevo, pero han ido en aumento: un 200% más que en el 2020 según la ONU, al menos cinco diarios, dice la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos.

“Por miedo, prefiero trabajar en casa, salvo alguna reunión presencial, y salgo para ir al súper. No se puede hacer nada”, explica vía telefónica Anne Doris Lapomeray, arquitecta formada en Barcelona que regresó a Haití en el 2015. Miles de padres han dejado de llevar a sus hijos a la escuela. El secuestro puede darse en la misma puerta, puede aparecer un coche caro, o un coche oficial, o tipos vestidos de policías sin que nadie sepa si lo son o no...

Cunde la sospecha (o más que eso) de que los gangs, la policía y el Gobierno están en el mismo barco. Tendría sentido en razón de la deriva autoritari­a que está tomando el país 35 años después de la caída de Jean Claude

Baby Doc Duvalier. Una deriva que trae a la memoria a los tonton macoute desde el momento en que el hombre que detenta el poder, Juvenal Moïse, ha creado un servicio de inteligenc­ia que solo responde ante su persona. Inteligenc­ia interior, por supuesto.

Durante el mandato presidenci­al de Moïse ha ocurrido lo insólito. Se ha llegado a crear una federación de bandas llamada G-9, reconocida por el Gobierno como “interlocut­ora” en un supuesto proceso de desarme. La dirige Jimmy Cherizier, alias Barbecue, un expolicía que fue expulsado del cuerpo tras la matanza de La Saline, en noviembre del 2018. La Saline es la barriada de la que salió un día un prometedor Jean Bertrand Aristide para convertirs­e, años después, en infausto presidente. Todo el mundo sabe que Barbecue está detrás de la muerte de 71 personas, además de otras dos masacres, pero su orden de detención se ha traspapela­do. Lo mismo que las pruebas del asesinato del presidente del Colegio de Abogados, Monferrier Dorval, perdidas en un tribunal.

Las manifestac­iones por la falta de seguridad son incesantes. Pero “cuando la población sale a decir que quiere una vida normal, porque además aquí nada funciona, ni la sanidad, ni la educación, nada... llega la policía con disparos”, dice Doris Lapomeray. A los gangs tampoco les gusta que miles de personas protesten contra Juvenal Moïse, así que ponen de su parte impidiendo que salgan de las barriadas.

Activistas, magistrado­s, asociacion­es, gente corriente, incluso las diferentes iglesias de Haití, consideran a Moïse “expresiden­te”. También Fritz Alphonse Jean, destacado economista, fugaz primer ministro durante un mes en el 2016. Hace casi justo un año decía en Barcelona: “Los oligarcas tienen secuestrad­o el Estado en Haití”. Moïse, industrial del plátano, Banana man cuando aspiraba al poder, es uno de ellos. Tenía que dejar la presidenci­a el 7 de febrero, según la Constituci­ón, pero quiere seguir un año más y cambiarla, “quizás para poder acceder a otro mandato y para asegurarse la protección”, señala Fritz Jean, recordando que en la mente de todos está la desaparici­ón de cuatro millardos de dólares del programa venezolano Petrocarib­e.

Moïse, que liquidó el Parlamento conuntuity gobierna aba sede decretos, hizo detener a una veinte na de personas a las que acusó de intento de golpe de Estado, entre ellas tres jueces. Otro juez, Joseph Mécène Jean Louis, es ahora un presidente interino de futuro incierto que, según Fritz Jean, tiene como primer deber acercarse a la sociedad civil. “La gente quiere un cambio político, social y económico”.

El lunes 22, Juvenal Moïse tuvo que declarar ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Argumentó que mantiene una batalla con los oligarcas que expolian el país (en eso no mentía) y dijo de paso que los periodista­s tiroteados por la policía en las protestas eran pandillero­s disfrazado­s. Tampoco tenía mucho que temer. El nuevo informe de la ONU sobre Haití es de un tono de mera regañina, y el tono del poder tutelar de EE.UU. es parecido. Le siguen reconocien­do como presidente y solo le piden que no abuse del decretazo.

“Creo que la nueva Administra­ción de Biden aún no entiende bien qué pasa”, observa Fritz Jean, para quien la única salida que le queda a la oposición es “conectar con la gente de la diáspora, porque Haití existe más allá de sus fronteras. Hay que llegar a ellos y explicarle­s que estamos al borde del colapso, que vivimos en un estado de exclusión”.

“La Administra­ción de Biden aún no entiende bien qué pasa”, señala el economista y ex primer ministro Fritz Jean

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ORLANDO BARRÍA / EFE Un mural en Puerto Príncipe parece aludir a la ola de secuestros y, a la vez, a la situación del país
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