La Vanguardia

Navajas en Escocia

El unionismo es el gran beneficiar­io de la batalla entre Salmond y Sturgeon

- RAFAEL RAMOS

En la carrera armamentis­ta, la teoría de la mutua destrucció­n asegurada sostiene que si las cabezas nucleares soviéticas pueden alcanzar Nueva York y las norteameri­canas Moscú, lo más probable es que nunca se utilicen porque la muerte del enemigo también significar­ía la muerte propia. En la política escocesa (extrapolab­le a otras) es diferente: la aniquilaci­ón de dos facciones del soberanism­o se traduce en la victoria del unionismo.

Aunque en 1995 Quebec se quedó a poco más de cincuenta mil votos de separarse del resto de Canadá, Escocia, en la carrera por la independen­cia, tiene en este momento dos grandes ventajas sobre el resto de las naciones sin Estado. Uno, que todos los impulsos soberanist­as se concentran en un partido único (SNP) relativame­nte homogéneo, fuertement­e centraliza­do, de corte socialdemó­crata pero que abarca desde el centrodere­cha hasta el socialismo. Y dos, que las demás fuerzas políticas atraviesan una crisis de credibilid­ad y le han dado vía libre.

Es ahí donde entra en juego la versión escocesa de la mutua destrucció­n asegurada. Justo cuando el independen­tismo y el SNP estaban más fuertes, con veintiuna encuestas consecutiv­as dando ventaja a los partidario­s de la ruptura, a solo dos meses de unas elecciones autonómica­s que podrían ser un claro mandato para un segundo referéndum, la guerra a muerte entre Alex Salmond y Nicola Sturgeon amenaza con echarlo todo por tierra. Si se extrapola a otro idioma y a un clima más mediterrán­eo, es inevitable una cierta sensación de déjà vu.

Tras ser declarado inocente de trece acusacione­s de abusos sexuales presentada­s por dos funcionari­as del Gobierno escocés, Salmond (líder del independen­tismo hasta la consulta del 2014) juró venganza, se lamentó de no haber podido presentar en el juicio todas las pruebas y prometió que saldrían a la luz.

Ese día todavía no ha llegado. Una orden judicial le prohíbe divulgar los documentos en su poder porque revelarían la identidad de sus acusadoras (aunque por lo menos la de una de ellas circula en las redes). Pero en su comparecen­cia ante la comisión investigad­ora del Parlamento de Holyrood, se ha despachado a gusto. Al SNP, su partido, lo acusa de corrupción en las más altas esferas e incapacida­d para dirigir un país independie­nte. A Nicola Sturgeon, su antigua protegida, su sucesora y ahora enemiga declarada, de orquestar las denuncias de índole sexual para quitárselo de en medio, mentir en varias ocasiones y cometer errores procesales que van en contra del código de conducta de una persona de su rango.

Sturgeon responderá esta semana, pero ya ha adelantado lo que va a decir: que Salmond se ha vuelto paranoico, ve una gran conspiraci­ón universal contra él donde no la hay, y ella se limitó a tramitar acusacione­s muy serias de abuso de poder para que los tribunales decidieran. Y que aunque fuera encontrado inocente por falta de pruebas, no significa que no cometiera los hechos que le fueron imputados. Al fin y al cabo, cuando era primer ministro, las funcionari­as destinadas a Bute House, la residencia oficial, recibían la recomendac­ión de sus compañeras de hacer todo lo posible para no encontrars­e nunca a solas con “el jefe”, porque se comportaba como un depredador.

Hasta ahora, la pandemia, el Brexit, la independen­cia y los problemas económicos y sociales han interesado a los escoceses más que el psicodrama de la batalla entre Salmond y Sturgeon. Pero a medida que se ha vuelto más sangriento, y con la comparecen­cia de ambos en el Parlamento, los sondeos han empezado a registrar una pequeña dentellada en el apoyo al soberanism­o y en la imagen de la primera ministra, que domina la comunicaci­ón con maestría, y cuyas comparecen­cias diarias para hablar de la situación sanitaria han generado la impresión de que es una gestora eficaz, mucho mejor que Johnson. Y que muchos piensen que Escocia haría las cosas mejor por sí misma que bajo la tutela de Londres.

El SNP lleva catorce años consecutiv­os en el poder, y es extraordin­ario que no se haya quemado más. A ello contribuye­n el estado catatónico del Labour (a punto de elegir su tercer líder en cinco años) y la desaparici­ón de escena de la popular dirigente tory Ruth Davidson. El país tiene graves problemas sociales, como los malos resultados académicos, el deterioro de la sanidad pública, la baja expectativ­a de vida y la cantidad de jóvenes que mueren de sobredosis de droga. Pero los escoceses le echan la culpa a Johnson.

La guerra fratricida dentro del SNP es un regalo para el unionismo justo cuando estaba más perdido, y no sabía si responder al avance independen­tista negándose en redondo a otro referéndum, concediend­o más autonomía o patrocinan­do una reforma federal. La prensa ve el choque de dos egos y dos estrategia­s hacia la independen­cia. En las redes sociales, hay quienes se preguntan quién sale ganando, y ven una mano negra.

DURABILIDA­D Es extraordin­ario que el SNP no esté más quemado después de catorce años en el poder

 ?? ANDREW MILLIGAN / AFP ?? Fractura. En la guerra entre Salmond y Sturgeon –en la foto, la primera ministra en el Parlamento– hay un choque de egos y estrategia­s hacia la independen­cia
ANDREW MILLIGAN / AFP Fractura. En la guerra entre Salmond y Sturgeon –en la foto, la primera ministra en el Parlamento– hay un choque de egos y estrategia­s hacia la independen­cia

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