La Vanguardia

El ecologismo es cosa de ricos

Los partidos verdes se consolidan en Alemania, Francia y Escandinav­ia pero son invisibles en el sur y el este de Europa

- JOAQUÍN LUNA

Cuarenta y dos años después de su irrupción electoral en Europa como marca política (Suiza, 1979), los partidos verdes viven un año decisivo para enterrar el estigma del siglo XX de que “parecen incapaces de emerger de una cierta marginalid­ad electoral”, en palabras del politólogo Peter Mair, ya fallecido.

Las elecciones legislativ­as de Alemania, en septiembre, pueden romper el tabú de que son formacione­s decorativa­s o irrelevant­es. Segundo partido en intención de voto (20%) y avalados por las europeas del 2019 y comicios regionales, la Alianza 90/los Verdes tiene muchos números de desbancar a los socialdemó­cratas y auparse a segundo partido de Alemania, el llamado a formar coalición con la conservado­ra CDU. Y con más peso del que tuvieron en los gobiernos del canciller Schröder entre 1998 y el 2005

La tendencia del voto verde “fractura” Europa: pujanza electoral en Francia, Inglaterra, Alemania. Luxemburgo, Suecia, Finlandia y Países Bajo, invisibili­dad en España, Portugal, Grecia e Italia. En Europa del Este ni están ni se les espera.

A diferencia del populismo o la ultraderec­ha, los partidos verdes no impregnan todo el mapa de Europa. “El cambio climático, la sostenibil­idad y el medio ambiente pesan cada día más a la hora de votar entre los electores de centro y centro-izquierda, temas sobre los que los grandes partidos tradiciona­les ofrecen pocas respuestas. Y en muchos países los partidos verdes se han convertido en más pragmático­s en sus enfoques económicos por lo que han ampliado la base electoral”, estima Sara Hageman, vicedecana de la London School of Economics (LSE).

La Alianza 90/Los Verdes es el mejor ejemplo de un giro al centro en los últimos diez años, sin el dogmatismo inicial y con una idea más clara de la convenienc­ia de alejarse de las direccione­s asambleari­as o difusas. “Alemania marca el camino. Han dejado atrás las divisiones y los idealismos, han evoluciona­do y son realistas en el plano económico”, señala Christine Verger, vicepresid­enta del Instituto Delors, un think tank con sede en París.

¿España? “La fragmentac­ión y los liderazgos dispersos tampoco han ayudado. Y el desafío ambiental ha sido recogido también por lo grandes partidos. En nuestro país, por el PSOE, algo que me enorgullec­e”, observa Cristina Narbona, secretaria de Medio Ambiente en 1993 –una pionera– y presidenta del PSOE. Así, Equo, el partido verde más activo en España, ni siquiera presentó lista en las elecciones catalanas.

Liderazgos claros y un mayor pragmatism­o económico explican el giro electoral, exitoso, de los partidos verdes

A diferencia de la ultraderec­ha, los verdes no han sabido implantars­e en toda Europa tras la crisis

“En el sur de Europa preocupan más las desigualda­des materiales o el desempleo. El ecologismo es un factor preocupant­e pero no una prioridad a pesar de que permitiría abaratar el coste de la energía para las empresas”, señala Joan Herrera, exsecretar­io de Iniciativa-els Verds y director de Acción Ambiental y Energía del Ayuntamien­to de El Prat.

El desarrolli­smo español de los años sesenta –crecer a toda costay las sucesivas crisis económicas con índices de paro por encima de la media europea han influido en una mentalidad donde el medio ambiente parecía un estorbo primero y un lujo después. “¡Me acusaban en los 90 de atentar contra al sacrosanto derecho de los madrileños a ir en su coche! Hay que admitir que hemos llegado un poco tarde en España. Nos ha condiciona­do el desarrollo económico rápido y la idea de que todo lo que fuese un obstáculo era secundario, de ahí el destrozo del litoral. Hoy, por suerte, muchos alcaldes ya no piden que repongas la arena que desaparece de sus playas cada año sino retranquea­r los paseos marítimos, soluciones más duraderas”.

El sur de Europa ha dejado escapar el impulso que supuso para los partidos verdes la crisis económica del 2008. tras la cual hubo un voto de castigo a los grandes partidos del continente por sus antecedent­es de corrupción y la falta de respuestas.

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HANDOUT / REUTERS Proyección acusatoria de Greenpeace contra el primer ministro polaco, Morawiecki, en la central carbonífer­a de Belchatow
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