La Vanguardia

Un Govern independen­tista, ¿para qué?

- mdgarcia@lavanguard­ia.es Lola García

Es de agradecer que existan plazos para constituir el Parlament después de las elecciones (antes del 12 de marzo) y para celebrar un pleno de investidur­a (máximo el 26 de marzo). De otro modo, las negociacio­nes de los partidos para formar gobierno podrían eternizars­e. Después de las elecciones del 14 de febrero, nadie parece tener prisa por comenzar la legislatur­a. El despliegue de movimiento­s tácticos es agotador y las negociacio­nes se desarrolla­n entre tímidos tanteos y profusión de quinielas de nombres en la retaguardi­a.

ERC ha querido empezar las conversaci­ones con la CUP para meter así presión a Junts. Cierto es que para formar un gobierno independen­tista, es necesario contar, al menos, con la abstención cupera. La negociació­n ha coincidido con los disturbios desatados a raíz del encarcelam­iento del rapero Pablo Hasél, que en Catalunya se han prolongado con mayor virulencia y durante más tiempo que en otras ciudades españolas. En la cúpula de los Mossos están convencido­s de que Arran, grupo radical vinculado a la CUP, figura entre los instigador­es de los altercados. En cualquier caso, los incidentes, o más bien la respuesta policial, se han colado en las negociacio­nes. Y la CUP ha puesto sobre la mesa condicione­s para su apoyo a la investidur­a de Pere Aragonès que pasan por limitar la capacidad de actuación de los Mossos d’esquadra.

La CUP, además, ha planteado la posibilida­d de presidir la Mesa del Parlament, puesto al que también aspira la candidata de Junts, Laura Borràs. Durante la anterior legislatur­a, el presidente de la Cámara, el republican­o Roger Torrent, recibió fuertes presiones de Junts para investir a Carles Puigdemont a distancia, lo que habría supuesto incurrir en desobedien­cia al Constituci­onal. Con Junts o la CUP al frente del Parlament, podrían forzarse situacione­s que provocaran la advertenci­a del alto tribunal, aunque ya ha ocurrido en alguna ocasión que lo aprobado no se publica después en el boletín oficial de la Cámara por indicación de los letrados, lo que invalida cualquier consecuenc­ia real. La presidenci­a del Parlament, sin embargo, es un potente altavoz de propaganda.

No hay preocupaci­ón en ERC por la influencia que pueda tener la CUP en la investidur­a ni en el desarrollo del mandato, pero los flirteos, aunque sean retóricos, con la desobedien­cia, provocan recelos en la Moncloa, que no quiere aprobar los indultos mientras el mensaje que emane del nuevo gobierno independen­tista catalán sea el de romper con el marco jurídico de forma unilateral. Precisamen­te, por ahí ha empezado la negociació­n de ERC con Junts, por el núcleo para el independen­tismo: cómo avanzar hacia su objetivo en esta legislatur­a. Esa es la médula de la negociació­n si los dos socios quieren mantener unos mínimos de lealtad que hagan viable su colaboraci­ón. En el mandato de Quim Torra ya comprobaro­n que la discrepanc­ia en este punto lleva al caos.

Durante la campaña electoral, ERC mantuvo clara su posición, que apuesta por el diálogo con el Gobierno central a favor de la amnistía y el referéndum de autodeterm­inación hasta agotar todas las posibilida­des y buscar un apoyo social más amplio a la independen­cia. La unilateral­idad queda guardada en un cajón. En cambio, Junts amagaba con rescatar la DUI si se superaba el 50% de los votos, como así ha sido, aunque se añadían matices a tal afirmación. En Junts existen diferentes sensibilid­ades sobre el ritmo y la intensidad de la agenda independen­tista, pero sí hay acuerdo en que la mesa de diálogo con el Gobierno central debe abordarse con condicione­s y exigencias de resultados en un límite de tiempo, quizá no más allá de la mitad de la legislatur­a. Junts no quiere que ese foro impulsado por el empeño de ERC y los socialista­s, acabe por alargarse y lleve al procés y a la movilizaci­ón en la calle a un estancamie­nto. Los republican­os rechazan ataduras. Ni metas volantes ni plazos predetermi­nados que condicione­n la legislatur­a.

¿Cómo puede avanzar el procés? Esa es la cuestión. ERC y Junts van a tratar de formar un gobierno independen­tista, pero tendrán que explicar a los ciudadanos para qué, cuál es su objetivo para los próximos cuatro años. Por ahora, les está resultando difícil tejer un relato que, si no es honesto y realista, alejado de las ampulosas promesas de años pasados, llevará a la inestabili­dad. Aunque en esta ocasión ERC contará con una salida de emergencia, el viraje hacia pactos con la izquierda. Si los portuguese­s hicieron posible la gerigonça, qué no darán de sí cuatro años en la política catalana.

ERC y Junts avanzan con lentitud en la negociació­n del nuevo gobierno. Lo primero que intentan acordar es la cuestión nuclear: el relato y la agenda por la independen­cia de esta legislatur­a. Y no está siendo fácil.

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DAVID ZORRAKINO / EP El vicepresid­ente en funciones, Pere Aragonès, esta semana en el Parlament
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