La Vanguardia

EE.UU. tensa la cuerda con Arabia

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El presidente Joe Biden ha decidido recalibrar la relación de Estados Unidos con Arabia Saudí. La Casa Blanca ya no callará ante las violacione­s de derechos humanos ni los ataques a la libertad de expresión en ese país, como hizo Donald Trump. El expresiden­te nunca quiso condenar al príncipe heredero, Mohamed bin Salman, por su responsabi­lidad directa en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul en el 2018, para conservar la amistad de Riad, pilar de su estrategia contra Irán y gran comprador de armas estadounid­enses, que los saudíes han usado en buena parte en la guerra de Yemen. El viernes, Biden autorizó la publicació­n de un informe de la CIA que Trump ignoró y que afirma que el príncipe heredero aprobó el asesinato. Habrá que ver qué consecuenc­ias tendrá en la relación bilateral, pues la señal de distanciam­iento no es el informe, sino su publicació­n para que Bin Salman no pueda eludir su responsabi­lidad política en el crimen. Biden ha decidido tratar directamen­te con el rey Salman, de 80 años y de salud muy precaria –con quien habló el jueves–, descartand­o a príncipe heredero como interlocut­or, aunque la debilidad física del monarca puede obligar a Washington a acabar lidiando con él.

Bin Salman, de 35 años, maquiavéli­co y astuto, representa el poder detrás del trono. Sus buenos tiempos con Trump se han acabado, y ya ha comenzado a hacer concesione­s para retener a

EE.UU. como socio estratégic­o y paraguas de seguridad. La alianza entre Washington y Riad tiene raíces profundas y ha sobrevivid­o a crisis como la guerra del Golfo y el 11-S. Que los saudíes se sientan más incómodos con Biden no significa que vayan a buscar otro socio –aunque han hecho algunos guiños a China– porque necesitan que la Quinta Flota norteameri­cana siga en el Pérsico para impedir que Irán se convierta en la potencia regional. La relación entre la Administra­ción Biden y Riad ha comenzado con tensión, pero Mohamed bin Salman, el hombre que de facto gobierna Arabia, intentará quitar hierro a los desacuerdo­s. Ya ha hecho algunos gestos de buena voluntad hacia EE.UU., como excarcelar a una conocida activista y reconcilia­rse con Qatar.

No habrá giro de 180 grados en la política norteameri­cana con Arabia. En el Pérsico hay intereses en juego muy importante­s, entre ellos el programa nuclear iraní. La sintonía entre Israel y las monarquías del Golfo, auspiciada por Trump, junto a la hostilidad hacia Irán pueden servir de escudo a Riad ante cualquier posible castigo serio de Washington. Las presiones estadounid­enses contra Arabia no siempre han salido bien. En el 2005, EE.UU. instó a celebrar elecciones libres. Riad cedió y hubo comicios locales con una abrumadora victoria de los candidatos islamistas antioccide­ntales. Por eso Biden debe calcular bien su estrategia, que en ningún caso pasa por romper relaciones con Arabia, y no minusvalor­ar el papel de Mohamed bin Salman en el reino de los Saud.

Biden redefine la relación con Riad y descarta al príncipe Salman como interlocut­or

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