La Vanguardia

¿Quién escribe cartas a Estocolmo?

- Xavi Ayén

Una de las diversione­s de los administra­tivos de la Academia Sueca, cuando están aburridos, es mirar las cartas en que entidades de lo más variopinto creen presentar candidatur­as al Nobel de Literatura. En realidad, solo pueden hacerlo institucio­nes homologabl­es a la sueca –como la RAE–, profesores de universida­d y asociacion­es de escritores. No sirve de nada que ayuntamien­tos, diputacion­es, parlamento­s, gobiernos, editoriale­s o peñas futbolísti­cas envíen sus solicitude­s o hagan proclamas, que en la academia archivarán gentilment­e en la carpeta de “correo no solicitado”.

Pese a ello, se siguen recibiendo ese tipo de peticiones. Y también –se necesita ser malo–, cartas en contra de ciertos candidatos. Como todo ese proceso es resguardad­o por un severo secreto que dura cincuenta años, solo somos los nietos de los conspirado­res los que descubrimo­s, décadas después, las maniobras a favor o en contra de cada escritor. Así supimos que la candidatur­a de Àngel Guimerà se topó con lo que los académicos llamaron “el nacionalis­mo castellano”, que la de Unamuno levantó la indignació­n del gobierno alemán o que la de Benito Pérez Galdós hizo llegar cientos de telegramas de protesta a Estocolmo, incitados, entre otros, por el diario El Siglo Futuro, que llamó a los católicos a la revuelta.

No se crean que el título de “candidato al Nobel” garantiza de por sí la excelencia literaria. Lo han sido, por ejemplo, el general De Gaulle, el dramaturgo barcelonés Jacinto Grau o la estadounid­ense Margaret Mitchell, autora de Lo que el viento se llevó. Para estar en la lista inicial basta con que te presente un profesor de literatura. Lo que cuenta es ir pasando las sucesivas cribas. Envidio a mis nietos aún no nacidos, que podrán ver a qué candidatos se presentaba hoy... y quién escribía cartas contra ellos.

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