La Vanguardia

La herida sangrante del Ulster

- Ramon Rovira

Cuando desapareci­ó Jean Mcconville tenía treinta y ocho años, pero ya era viuda y había parido catorce hijos, aunque solo sobrevivie­ron diez. Aquella noche de 1972 un grupo de encapuchad­os irrumpió en su paupérrimo piso de Belfast, la secuestrar­on y nunca más se supo. Hasta el verano del 2003, cuando la marea descubrió sus restos mal enterrados en una playa de Irlanda. Un agujero de bala en la base del cráneo confirmaba que la habían asesinado. Jean Mcconville consta entre los 3.500 muertos y 45.000 heridos con que se saldaron The Troubles, como es conocido el conflicto que enfrentó a católicos proirlande­ses y protestant­es anglófilos en Irlanda del Norte durante tres décadas. Acusada de espiar para los británicos, fue asesinada por el Ejército Republican­o Irlandés (IRA). El libro No digas nada, de Patrick Radden Keefe, explica que su asesinato fue un error y que nada prueba que la joven madre pasara informació­n a los británicos.

La orgía de sangre acabó en 1998 con el acuerdo del Viernes Santo, donde se pactó la paz entre los unionistas y los republican­os en buena parte, gracias al hastío de los dos bandos, hartos de tanta muerte inútil. Pero las heridas cicatrizan muy lentamente. Este año se cumple el primer siglo de la ruptura de la isla, un aniversari­o que coincide con el Brexit, donde se incluye el protocolo de Irlanda del Norte. Para no levantar de nuevo la frontera entre el norte y el sur irlandés, los negociador­es establecie­ron el límite entre la

Unión Europea y Gran Bretaña en el mar de Irlanda. Así, el Ulster, de hecho, sigue en el club europeo, aunque se han implantado controles aduaneros en sus puertos y a todos los efectos es territorio británico. Este sofisticad­o mejunje diplomátic­o ya ha creado problemas de abastecimi­ento en Belfast y Derry, y de paso, la ira de los unionistas que aspiraban a un régimen igual al del resto del Reino Unido. Aunque la tensión que nunca ha desapareci­do ahora es creciente, nadie quiere volver a los tiempos de pólvora y balas cuando la violencia se adueñó de este rincón de Irlanda. En cambio, la consolidac­ión del Sinn Féin, el brazo político del IRA, como primera fuerza, sumada a la hecatombe política y económica que ha supuesto la ruptura entre Gran Bretaña y la Unión Europea, quizás tenga una consecuenc­ia imprevisib­le, un próximo referéndum sobre la unión de las dos Irlandas, irónicamen­te el objetivo que décadas de muerte y dolor no pudieron conseguir nunca.

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