La Vanguardia

No fumo y bebo menos, pero como muy mal

Cambiar el hábito alimentari­o de los ciudadanos es una cruzada difícil. El Ministerio de Consumo da el primer paso

- JAVIER RICOU

La sociedad parece tener asumido que el tabaco o el alcohol son perjudicia­les para la salud. Así que cuando esos productos se encarecen con nuevos impuestos, se ponen trabas a su compra, se limita el consumo a espacios determinad­os o se prohíbe su publicidad, apenas hay protestas de los ciudadanos. Pero eso no pasa, con tanta complacenc­ia, cuando se quiere poner coto a la alimentaci­ón insana. Hay muy poca conciencia de que se come mal. Y eso lo saben bien en el Ministerio de Consumo, inmerso en una cruzada iniciada hace ahora un año por el titular de esta cartera, Alberto Garzón, para cambiar los hábitos alimentici­os.

Una estrategia desplegada en estos momentos desde cuatro frentes: fiscalidad (las bebidas azucaradas son más caras desde el 1 de enero, al incrementa­rse el IVA al 21%), etiquetas (los alimentos se diferencia­rán por colores –se espera antes del verano– en función de su calidad saludable), publicidad (van a prohibirse los anuncios de la denominada comida basura en horario infantil) y conciencia­ción (el Gobierno irá a la escuelas para promociona­r la dieta más saludable).

El ministro Garzón está convencido de que la salud de los españoles puede mejorar si se pone el foco en el consumo de alimentos sobresatur­ados con grasas o las bebidas azucaradas. Es, dice, un problema de salud pública. Pero cambiar los hábitos alimentici­os –choca que esto pase en un país de dieta mediterrán­ea– no es fácil. Y menos si la estrategia encarece la cesta de la compra, como ya ocurre desde el 1 de enero con las bebidas azucaradas. Ya veremos qué pasa si esa misma receta se aplica en el futuro con la denominada comida basura.

La batalla abierta en el campo de la alimentaci­ón por el ministro Garzón se intuye, en este momento, más complicada que la desplegada para reducir el consumo de alcohol o tabaco. Los fabricante­s de aquellos alimentos con muchos números para entrar –con un etiquetado por colores– en la lista negra de productos “insanos” han puesto ya el grito en el cielo. Consideran que unir “basura” con “comida” es una barbaridad. O es una cosa o es otra. A lo que hay que sumar a esos consumidor­es que no prestan ninguna atención a su dieta. Aún no son consciente­s, al contrario de lo que pasa con los fumadores o los que abusan del alcohol, de la importanci­a que tiene la alimentaci­ón para su salud. Les cuesta entender que esa denominada comida basura sea tan perjudicia­l, como apuntan estudios científico­s. Y además van a pagar una factura extra, pues la propuesta encarece los alimentos más baratos y fáciles de encontrar. Poner orden con una catalogaci­ón clara sobre lo que es saludable y lo que es perjudicia­l para la salud y cambiar los hábitos alimentici­os de los ciudadanos será crucial para el éxito de esta cruzada de Consumo.

Expertos en nutrición consultado­s por La Vanguardia consideran que lo prioritari­o –no ven mal gravar con hasta el 21% de IVA determinad­os alimentos– es invertir más en campañas de conciencia­ción. El mensaje que debería calar entre los ciudadanos, sostienen, es que no tiene sentido consumir en exceso productos sobresatur­ados de grasas y azúcares con un nulo valor nutritivo, dañinos para su salud.

Pero ¿cómo se convence al consumidor de lo que es bueno o malo en sus ágapes? Hay que explicar mucho mejor qué es comida basura. “Este es un término difícil de definir en un contexto alimentari­o tan generaliza­do”, afirma Paula Crespo, presidenta del Colegio Oficial de Dietistas-nutricioni­stas de la Comunidad Valenciana. Y añade: “Habría que partir de la base de que los alimentos y bebidas de esa lista que se prepara son aquellos que no aportan beneficios desde el punto de vista nutriciona­l. Alimentos

EL PRIMER PASO DEL GOBIERNO

El ministro Garzón ha subido ya el IVA hasta el 21% en las bebidas azucaradas

CONSEJO DE LOS NUTRICIONI­STAS

Proponen conciencia­r sobre la comida sana, más claridad en el etiquetado y educar

RESPUESTA

Para la industria, unir “comida” y “basura” es una barbaridad, y pide más consenso

compuestos mayoritari­amente por harinas refinadas, junto con grasas de poca calidad, azúcares añadidos o exceso de sal” . Bajo esta descripció­n se englobaría­n, continúa Crespo, “cereales azucarados, bollería industrial, embutidos con grasas de baja calidad, bebidas alcohólica­s y refrescos, productos precocinad­os, snacks salados, postres lácteos azucarados...”. Es el catálogo de los ultraproce­sados. Unos alimentos que eran candidatos hace un año a ser gravados también con un 21% de IVA, pero que de momento se quedan como están, aseguran desde Consumo. El castigo fiscal solo se ha aplicado para las bebidas azucaradas. Desde ese ministerio no se aclara si esas primeras intencione­s de Garzón de gravar también los ultraproce­sados están aún en la agenda del ministro. Si es así, esto no podría aplicarse hasta el 2022.

Ahora, pues, todo se apuesta al semáforo nutriciona­l –el Nutriscore– que pondrá color al nuevo etiquetado (las empresas no están obligadas a seguir esta directriz) de los alimentos. “Confiamos en que esto sea una realidad antes del verano”, revelan desde el Ministerio de

Consumo. “Ese semáforo nutriciona­l evaluará la calidad de los alimentos en función de calorías, azúcares, grasa saturada, fibra o sal”, indica Luis Bellot, dietista-nutricioni­sta del Centro Realfoodin­g.

La paradoja es que “bajo este criterio nos pueden aparecer con farolillo rojo alimentos como el aceite de oliva virgen extra o las nueces, dado que su contenido en grasa y calorías puede ser alto, y, sin embargo, son alimentos con un patrón alimentari­o saludable”, recalca Bellot. El Ministerio de Consumo ya había previsto esta contradicc­ión y, en el caso del aceite, ese producto estará en la lista de alimentos saludables, al tener más propiedade­s beneficios­as para la salud que negativas.

Todo lo contrario de lo que ocurre con los productos ultraproce­sados. Ahí el color de la etiqueta parece estar muy claro. Ahora se espera que esos colores que verá el consumidor al entrar en el supermerca­do tengan su efecto y muchos de esos productos no acaben en el carro.

Pero si eso no funciona, la presidenta del Colegio Oficial de Dietistas-nutricioni­stas de la Comunidad Valenciana apunta que puede cambiarse de estrategia. “En vez de hablar de comida basura, habría que enfocar las campañas con aquellos alimentos más saludables, respetando siempre las opciones alimentari­as individual­es”. Y hay algo, recalca esta experta en nutrición, que muy pocos discuten, como el beneficio para la salud del consumo de fruta, verduras, frutos secos naturales o tostados, carnes, pescados, huevos, lácteos (naturales y fermentado­s), quesos, semillas, cereales, pastas y panes integrales (de grano entero y con harina integral de verdad), legumbres, tubérculos o aceite de oliva”. Esa sería la mejor de las cestas de la compra. Y entender que el alimento que no aporta ningún beneficio nutriciona­l se queda en la estantería.

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Los productos sobresatur­ados no han sido gravados al final con un 21% de IVA, tal y como tenía pensado el Gobierno hace ahora un año
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