Cuando la fe también asiste
El Mare de Déu de Montserrat de Caldes de Malavella ayuda a reducir trastornos de conducta
Caldes de Malavella
Talleres creativos y de cocina, sesiones de fisioterapia o canto coral. Pero también misas y fiestas religiosas. El centro Mare de Déu de Montserrat, de Caldes de Malavella, gestionado por la congregación de las Hermanas Hospitalarias, aporta a las 150 personas, entre residentes y usuarios de día, un apoyo que va más allá del asistencial y rehabilitador.
Dos dinámicas que se unen para que los afectados por una discapacidad intelectual, con trastorno de conducta o mental añadidos, vivan una vida plena e integrada también en la comunidad. “La actividad que hacemos es la de acompañar y apoyar sus actividades de la vida diaria y del ámbito pastoral”, señala la superiora, sor Cristina Hernández. Son siete hermanas pero el conjunto de profesionales que trabajan en el centro, que incluye médicos, psicólogos, enfermeras o fisioterapeutas, llega a 160.
Las propuestas, incluidas las pastorales, se han adaptado a la pandemia. Entre las que se han mantenido está el encuentro semanal donde trabajan valores de grupo o comentan el Evangelio. Los usuarios –un 80% mujeres– asisten voluntariamente, siempre dependiendo de sus capacidades. El centro cuenta, además de jardín, piscina y teatro propio, con una capilla abierta al pueblo.
Desde hace unos años, algunas de las salas del equipamiento tienen un color asignado en función de la tarea que se desarrolla. Se trata de modificaciones destinadas a las personas afectadas por un trastorno del espectro autista, con una media de edad de unos 20 años, a fin de que tengan un entorno físico más comprensible, previsible y estructurado.
Una estancia cuenta, por ejemplo, con una franja verde a media altura, un pictograma verde en la puerta y algunos objetivos importantes para la actividad del mismo color. Esta información visual con un color indicativo de la labor a realizar, para diferenciar la sala, así como otros cambios en las dependencias, ha permitido reducir en un 97% los trastornos de conducta, según un estudio iniciado en el 2016. En paralelo, también se les facilita estimulación sensorial a través de los olores, entre otros.
Los 16 jóvenes con discapacidad intelectual y trastorno del espectro autista (TEA) que han formado parte de la investigación basada en el método Teacch –que se aplica en el ámbito educativo– han manifestado conductas menos desafiantes, con lo cual se han reducido las contenciones mecánicas así como los tratamientos farmacológicos. “La parte visual informa y hace comprensible el entorno, de manera que la persona sabe en qué momento se encuentra y qué se espera de ella. Así se siente más segura, la ansiedad disminuye y la conducta desafiante no se produce”, señala la directora técnica, Anna Rafanell. Si en el 2016, se aplicaron a estos jóvenes 45 contenciones y 5 fármacos de rescate, en el 2019 bajaron a 20 y 2, respectivamente.
Investigación y religión no están reñidas. “El estudio ha supuesto una oportunidad”, destaca el gerente, José Román. “Forma parte del valor de la institución tener medios para apoyar a la persona. Que se la reconozca como persona, no como un enfermo. Rehabilitarla en todo su aspecto global”, agrega Hernández.
Y también acompañarla hasta su vejez. No solo algunas de las hermanas superan los ochenta años, también hay usuarios con esta edad. “La esperanza de vida, afortunadamente, se ha incrementado mucho, ello conlleva dificultades propias de la vejez como la demencia en algunos casos”, precisa Rafanell. Pero la filosofía de la congregación, fundada en 1881, sigue siendo la misma: vocación de servicio inestimable a las personas más vulnerables.
La acción pastoral se suma a las actividades y talleres que realizan los 150 usuarios, la mayoría mujeres