La Vanguardia

Mujeres en el Vaticano

- María-paz López

La religiosa francesa Nathalie Becquart, recién nombrada subsecreta­ria del Sínodo de los Obispos por el papa Francisco, ha ingresado en un grupo aún muy exiguo: el de las mujeres con voz y voto en el Vaticano. Becquart, javeriana de 52 años, trabaja ahora codo con codo con el otro subsecreta­rio, el agustino español Luis Marín, nombrado como ella el pasado 6 de febrero. En la frondosa curia romana, el nombre y peso de un cargo en cada dicasterio (órgano equivalent­e a un ministerio en un gobierno civil) puede variar ligerament­e, y eso no ayuda en el recuento. Hecho este aviso, 21 personas tienen cargo de subsecreta­rio, y de ellas solo cinco son mujeres.

Aparte de Becquart, las otras subsecreta­rias son: la jurista italiana Francesca Di Giovanni, desde el 2020 al frente de la diplomacia multilater­al en la sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado; la española Carmen Ros Nortes, religiosa de la Consolació­n, subsecreta­ria desde el

2018 en la Congregaci­ón de la Vida Consagrada; y las laicas italianas Gabriella Gambino y Linda Ghisoni, que desde el 2017 ejercen de subsecreta­rias del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida.

Un reproche habitual a los análisis sobre dinámicas vaticanas es que acuden a categorías del ámbito secular para asuntos que poseen un componente religioso clave. La dimensión de servicio, por ejemplo, quedaría así oscurecida al subrayarse otros aspectos más políticos, como el poder o la visibilida­d pública. Tal vez. Pero si Francisco ha lanzado tan sonoras alertas sobre los males del clericalis­mo, se colige que conceptos terrenales como quién tiene poder y quién participa en la toma de decisiones forman parte de su visión de cómo debería ser la Iglesia católica del siglo XXI. Más mujeres en órganos jurisdicci­onales es una vía crucial hacia ese objetivo.

En la curia romana, los subsecreta­rios ocupan el tercer lugar; los secretario­s obviamente el segundo; y los prefectos o presidente­s –casi siempre cardenales–, el primero. Algunos dicasterio­s tienen a más de una persona por subsecreta­ría. En el hipermascu­linizado universo eclesial, ser número tres en un dicasterio siendo mujer supone situacione­s como que la subsecreta­ria Francesca Di Giovanni coordina a nuncios (embajadore­s), es decir, hombres que son obispos.

En mi época de correspons­al en Roma (20032009), un afable monseñor me confesó “qué paradójico” –usó ese adjetivo– había sido para todos ellos ver a la Guardia Suiza cuadrarse ante sor Enrica Rosanna, nombrada subsecreta­ria de Vida Consagrada en el 2004 por Juan Pablo II. No era en realidad la primera; de 1967 a 1976 la teóloga australian­a Rosemary Goldie fue subsecreta­ria del entonces Consejo de Laicos.

Señal de que nombrar mujeres implica vencer férreas resistenci­as es que Francisco ha optado por desdoblar tareas en las subsecreta­rías, como ya hizo Juan Pablo II para nombrar a Rosanna.

Francisco ha nombrado subsecreta­rias (pocas) en la Santa Sede, pero a base de desdoblar tareas, señal de que la resistenci­a al cambio es todavía férrea

Así, Becquart, Ros Nortes y Di Giovanni comparten nivel con un subsecreta­rio varón; y Gambino y Ghisoni están juntas en el mismo dicasterio.

Nada parece obligar a que los dos niveles superiores (secretario y prefecto o presidente) sean para sacerdotes. El propio Papa lo mostró en el 2018 al nombrar a un laico, el periodista italiano Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio de la Comunicaci­ón. El tiempo dirá si Francisco ahonda en esa línea designando secretaria­s y prefectas.

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ALBERTO PIZZOLI / AFP Con obispos. La religiosa francesa Nathalie Becquart, nombrada por el Papa subsecreta­ria del Sínodo de los Obispos, es la primera mujer con voto en ese órgano
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