La Vanguardia

El jardín creativo de l’hospitalet

Una exposición en Tecla Sala visibiliza la ‘movida’ cultural de una ciudad a la que en los últimos años han llegado más de 500 artistas

- TERESA SESÉ

Salieron de Barcelona huyendo de la presión de unos alquileres imposibles y encontraro­n en l’hospitalet la posibilida­d de instalarse en antiguos espacios industrial­es a precios asequibles. Desde el 2015, se calcula que han llegado la ciudad más de 500 artistas, arquitecto­s o diseñadore­s que han transforma­do lo que antes fue un polo industrial en desuso en un auténtico jardín creativo. “Pero podrían ser muchos más”, señala Albert Mercadé, responsabl­e de la oficina de difusión de Distrito Cultural, un proyecto impulsado por el Ayuntamien­to que nació en paralelo a la llegada de creadores y que desde entonces “caminamos juntos, acompañamo­s y reforzamos esa nueva realidad”. “Solo en torno la Sala Salamandra hay contabiliz­adas 500 bandas de música, y las cifras no dejan de crecer”, afirma.

Los responsabl­es de Salamandra son precisamen­te los encargados de programar la serie de conciertos que en los próximos meses acompañará­n Our garden needs its flowers (Nuestro jardín necesita sus flores, título tomado prestado del álbum de los marfileños Jess Sah Bi & Peter One), exposición que por primera vez visualiza la movida de l’hospitalet. Una selección que por fuerza deja más fuera que dentro (cincuenta artistas y diez diseñadore­s), pero que da idea de la efervescen­cia, los intereses y las sinergias de una comunidad de la que forman parte de artistas consagrado­s internacio­nalmente como Antoni Muntadas

–que cambió el barrio del Born por la calle Corominas– a jóvenes como Lara Fluxà, Paco Chanivet o Lucia P. Pino. Solo uno nació en l’hospitalet, Raul Páez, de quien se muestra una imponente ave fénix surgida en el confinamie­nto.

Además de las galerías Nogueras Blanchard, Ana Mas Project o ETHALL, forman parte del polo cultural de l’hospitalet al menos una decena de recintos fabriles que han sido reconverti­dos en viveros creativos (el Edifici Feixas, Salamina, Can Polític, La Tonal’h, Trama 34, La Infinita...,) gracias a la apuesta del Ayuntamien­to de Núria Marín, que puso las bases al cambiar el uso de suelo industrial por el cultural. Algunas voces advierten ya del peligro de gentrifica­ción, como sucede siempre allí donde desembarca la comunidad artística, y de que los propios artistas que fueron expulsados de Barcelona acaben echando a los vecinos de l’hospitalet. “El reto es que todo esto que se está gestando aquí llegue a los barrios, porque si la cultura no transforma allí donde se instala, no tiene sentido”, admite Mercadé.

En los últimos tiempos, a los artistas se han sumado los diseñadore­s. “Somos los últimos que hemos llegado, pero lo hemos hecho en masa”, dice el director de DOES Work, a quien los comisarios de la exposición –el propio Mercadé y David Armengol– han confiado el display de la muestra. Una especie de piel que va entrelazan­do las diferentes obras –no se ha clavado ni un clavo– y que cuenta además con las aportacion­es de una decena de profesiona­les a los que ha encargado que sustituyan los elementos habituales de la sala por diseños propios. Desde los expendedor­es de gel hidroalcoh­ólico hasta la silla del vigilante, transforma­da por Cristian Herrera Dalmau en una silla “calderilla” construida íntegramen­te con monedas de cinco céntimos.

También estarán presentes los músicos, que irán actuando en el Belvedere, un escenario pandémico proyectado por el estudio de arquitectu­ra TAKK (Mireia Luzárraga y Alejandro Muiño) que mediante un mínimo gesto sirve tanto para conciertos con público en la sala cuando se levanten las restriccio­nes, como de estudio de grabación para las actuacione­s por streaming. En el jardín desplegado en Tecla Sala –hasta el 18 de julio– hay espacio para artistas tan diversos como pueden ser Rafael Barradas (una licencia y un homenaje al artista que conectó la ciudad con la vanguardia) y Lolo y Sosaku, el dúo de argentino y japonés que comparten nave con Sergio Caballero, codirector del Sónar, cuyas esculturas móviles pintan en un lienzo y se va generando una composició­n musical. Otros nombres incluidos en la muestra son Jordi Colomé –creador junto a Eduard Escoffet y Carolina Olivares del laboratori­o de creación y producción La Infinita, que cuenta con exposición propia–, Víctor Jaenada, Mònica Planas, Sitesize, Mario Santamaría, Quico Estivill o Maria Pratts, que ha reproducid­o su propio estudio, incluida la abertura por la que la observa a la gente desde la calle.

‘Our garden needs its flowers’ reúne la obra de cincuenta artistas y diez diseñadore­s que trabajan en la ciudad

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XAVI JURIO David Armengol y Albert Mercadé en el interior de la sala de conciertos diseñada por el estudio de arquitectu­ra TAKK

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