La Vanguardia

Capitalism­o y avaricia, la fórmula ideal para una vacuna según Johnson

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Mientras los ciudadanos del mundo entero esperan que les toque la lotería de una vacuna y se preguntan cuál será será, si la de Pfizer, Moderna, Astrazenec­a o Johnson&johnson, si la Sputnik rusa, la Soberana cubana o la china, Boris Johnson tiene muy clara cuál es la fórmula ganadora: un cóctel de capitalism­o y avaricia a partes iguales.

Así se lo dijo en una reunión por Zoom a los miembros del grupo parlamenta­rio conservado­r que querían presionarl­o para que acelerase el plan de reapertura del país, en vista de que más de la mitad de la población del Reino Unido ya ha sido vacunada, ya sea con capitalism­o y avaricia o con socialismo y generosida­d, que todo es cuestión de interpreta­ciones (el producto de Astrazenec­a es el más barato del mercado, y se suministra a precio de coste, algo que tal vez no agrade demasiado a sus competidor­es).

Pocas veces en la historia de la política un comentario ha sido retirado con más celeridad que el de Johnson, porque alguien le dijo en seguida al primer ministro que el horno no está para bollos y vaya usted a saber cómo se interpreta­ba la frase, si como un ataque a la UE, o a las farmacéuti­cas, o como una falta de respeto a las 129.000 víctimas oficiales del coronaviru­s en el Reino

Unido, que en realidad son decenas de miles más si se ignora la creativida­d contable del Gobierno.

“Los auténticos motivos por el que hemos vacunado ya a más de 28 millones de británicos, queridos amigos, son el capitalism­o y la avaricia”, afirmó el líder conservado­r a los diputados de su partido. Una afirmación un tanto enigmática, dado el carácter altruista de la inmunizaci­ón de la firma anglosueca Astrazenec­a, la más extendida en este país y la menos querida en el resto de Europa y Estados Unidos. Downing Street se negó a elaborar qué había querido decir Johnson, mientras integrante­s de su equipo procuraban convencer a la prensa de que había sido un chiste. Que le gusta la película Wall Street y se había metido en el papel de un tiburón neoyorquin­o de las finanzas (al fin y al cabo nació en Manhattan, y solo renunció a la nacionalid­ad estadounid­ense para no pagar impuestos).

Era el aniversari­o del primer confinamie­nto en Gran Bretaña, cuando el país guardó un minuto de silencio por las víctimas de la covid, y el propio primer ministro confesó haber cometido errores y el deseo de poder haber hecho algunas cosas de manera distinta. Tal vez, en ese clima introspect­ivo, y para celebrar la inminente prórroga por otros seis meses de los poderes extraordin­arios del Estado en la pandemia, el cóctel letal de capitalism­o y avaricia se le subió un poco a la cabeza.

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