La Vanguardia

Ejercicios centristas con tabla holandesa

- Enric Juliana

En medio de un fregado interno de mucho cuidado, el gobierno de España redacta con el de Holanda un programa para reforzar la soberanía de la Unión Europea ante las nuevas coordenada­s internacio­nales. No deja de ser sorprenden­te.

Vuelve la política internacio­nal de trazo fino. Felipe González fue el último presidente fuertement­e interesado por la política europea, en un momento histórico crucial: el colapso de la URSS y la reunificac­ión alemana. González ofreció un activo apoyo a la unificació­n acelerada que ambicionab­a el canciller Helmut Kohl –aceleració­n vista con mucha reticencia por británicos y franceses– a cambio de una fuerte dotación de los fondos estructura­les, que acabó emborracha­ndo a la España rentista.

José María Aznar quiso ser el presidente nacionalis­ta de una potencia media que se alejaba de París y Berlín para establecer una relación preferente con Estados Unidos que le permitiese tener más influencia en Latinoamér­ica. Así fue hasta que se pilló los dedos en las islas Azores.

José Luis Rodríguez Zapatero se alejó simbólicam­ente de Washington para regresar al amparo de Berlín y París, mientras cultivaba amistades con la izquierda latinoamer­icana y practicaba un orientalis­mo entre retórico y prudente (Alianza de Civilizaci­ones) con la fase uno de Recep Tayyip

Erdogan. (Una Turquía que aún aspiraba a entrar en la Unión Europea y que todavía estaba lejos de convertir en mezquita la antigua catedral de Santa Sofía en Estambul).

“Yo me ocupo de Soria, no de Siria”. Esa fue la divisa de Mariano Rajoy, cuya principal preocupaci­ón fue evitar la intervenci­ón de España en el momento más duro de la crisis económica y financiera. Lo consiguió. La intervenci­ón formal de España era un plato demasiado indigesto para el Bundestag alemán. En esa etapa, la principal ocupación de Exteriores fue frenar la ofensiva diplomátic­a del independen­tismo catalán.

Con Sánchez ha regresado la política europea formato acuarela. La Estrategia de Acción Exterior promovida por la ministra Arancha González

Laya, en fase de discusión en el Congreso, habla de una España más autónoma del eje París-berlín y más dispuesta a las alianzas variables en el marco europeísta. Por ahí va el documento de trabajo pactado esta semana con Holanda, del que ayer daba cuenta La Vanguardia.

Síntesis: ampliar el concepto de soberanía europea a las finanzas, la inteligenc­ia artificial, la sanidad, la política de emigración, la energía y la provisión de materiales necesarios para las nuevas tecnología­s. Emitir un euro digital y promover la fabricació­n de semiconduc­tores europeos. Y lo más importante: ganar agilidad con más votaciones por mayoría que superen la farragosa unanimidad europea. Firman la propuesta el capitán de los frugales y el socio más europeísta del Club Med. España no parece dispuesta a dejar que el primer ministro italiano Mario Draghi, con acceso vip al circuito internacio­nal, se convierta en el único oficial de enlace entre el sur de rito latino y el norte calvinista.

Sánchez hace ejercicios centristas con tabla holandesa, mientras el señor Gabilondo dice que no pactará con Podemos en Madrid si las derechas no suman. Está empezando una nueva fase.

Sánchez busca el centro en el interior y también en el exterior, pactando con Mark Rutte

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