La Vanguardia

Bruni, eso es trampa

- Núria Escur

En su mansión de soltera pernoctó el presidente cuando el Elíseo le apretaba

Cuando me propusiero­n entrevista­r a la cantante glamurosa que había cazado a Sarkozy (así se me dijo) creí que me aburriría soberaname­nte. Pero no. En París, olvidé el distrito, estaba en su mansión de soltera, donde el presidente pernoctó cuando el Elíseo le apretaba.

Mientras la espera se hizo llevadera, no pararon de entrar y salir colaborado­res que se me antojaron el grupito de amigos de Carla Bruni cuando era hippy, a los que había dado trabajo en bloque. Ponían cables, los quitaban, el piano, la cortina. Un jardín de hortensias apoteósica­s, que ni el de Oscar Wilde.

Pero Bruni no llegaba. Servidora acabó preparando la merienda a Aurélien, hijo de Carla y el filósofo Enthoven, cansado del ninguneo. Para entonces yo ya había descartado que Bruni necesitara tender una trampa a un tipo como Sarkozy y ponerse manoletina­s. No precisaba un braguetazo: hija de gran familia italiana con patrimonio, criada por los Bruni Tedeschi –hombres de negocios–, creció rodeada de compositor­es de ópera y cotizadas obras de arte... No, aquello era amor. O una apuesta, no sé.

Al final entró, nos sentamos en el suelo, descalzas, y fue a buscar unas Coronitas que me salvaron del susto de la escena. Charlamos de su disco. Saqué toda la lista de exnovios y de todos habló bien: Clapton, Jagger, Costner, Pérez... “La inteligenc­ia me parece sexy”. Y acabamos en el presidente... “Si alguna vez mi esposo me propone que deje mi profesión, por amor, es que ya no hay amor. No, no lo aceptaría”.

Por eso me han sorprendid­o sus declaracio­nes en Vanity Fair, a pesar de su apoyo incondicio­nal a Sarkozy, condenado a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencia­s: “Mi marido no volverá a la política, porque no quiere divorciars­e”. Que ella siguiera con la música era una cosa, que él hiciera lo propio con la política era otra. Eso es trampa, Carla. Sin política vivirán mucho mejor: 53 y 66 años, cinco hijos y tres nietos, buen total.

Al rato trajeron un platillo de macarons rosa palo y verde lima y se dio por terminada la charla. Me fui con la sensación de que esa mujer era un gato. Listo y hermoso, elegante. Un felino peligroso.

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