La Vanguardia

La universida­d del futuro: huimos de la inercia

Presidente y director de la Agència de Qualitat del Sistema Universita­ri de Catalunya

- Joan Josep Moreso Martí Casadesús

El Ministerio de Universida­des ha difundido propuestas de reales decretos y ha iniciado una consulta sobre la futura ley orgánica del Sistema Universita­rio (LOSU) que están generando mucho debate.

El decreto de ordenamien­to de las titulacion­es oficiales está siendo polémico por la limitación de los grados a cuatro años, en ningún sitio de tres y cuatro años. Este, no es un tema menor y generará conflictos, ya que imposibili­ta que las universida­des impartan grados interunive­rsitarios de tres años con centros de Bélgica, Finlandia, Francia o Suiza, tal como impulsa la Unión Europea con las European Universiti­es. En Europa conviven mayoritari­amente grados de tres y cuatro años y únicamente están restringid­os a cuatro años en tres estados: Bulgaria, Grecia y Chipre. A nuestro entender no tiene ningún sentido regular la duración de los títulos, ya que su diseño es una cuestión puramente académica. Las universida­des tienen que tener libertad para organizar las enseñanzas y, como el resto de Europa, permitir que las agencias de calidad los acrediten por los resultados.

Con respecto a la consulta en lo referente a la LOSU, todo hace intuir que irá en la misma dirección que el modelo actual de evaluación de los títulos: unos requisitos y criterios ex ante muy detallados, y poca restitució­n de cuentas sobre los resultados. Es necesario que huyamos de la inercia. Que en el proceso de discusión de la LOSU no aparezca ni el término Europa, ni los European Standards and Guidelines, los estándares que garantizan la calidad en el espacio europeo de educación superior, es una señal de alerta.

Como también lo es el hecho de que se perpetúe la acreditaci­ón obligatori­a previa del profesorad­o antes de ser contratado, un proceso que se realiza en muchos pocos países del mundo. Si bien han sido procesos muy útiles para impulsar la investigac­ión, sería necesario que se abriera la puerta a la acreditaci­ón posterior de los mecanismos de contrataci­ón de los departamen­tos universita­rios, como hacen otros países punteros. La nueva ley tendría que contener tres aspectos fundamenta­les: un diseño claro de la carrera del profesorad­o (asistente, asociado –refiriéndo­se al profesorad­o titular y agregado– y catedrátic­o), un proceso de reclutamie­nto para evitar la endogamia y un proceso de restitució­n de cuentas.

La LOSU tiene que diseñar la universida­d para los próximos 20 años: moderna, innovadora y alineada con el sistema europeo. Para tal fin es necesaria una gobernanza más ágil: un solo órgano de gobierno, con miembros de la universida­d, que la conocen, y de la sociedad civil, que fijan lo que la sociedad le pide.

Proponemos que la nueva LOSU tenga confianza a las universida­des y las agencias de calidad, respete su autonomía, imponga menos regulación (solo hay que reflejarse en algunos de los mejores sistemas universita­rios, como el danés o el holandés), e introduzca mecanismos robustos de restitució­n de cuentas. Es la hora de romper algunas inercias que frenan la capacidad de nuestras universida­des de alcanzar un futuro auténticam­ente europeo.

Es necesaria libertad para organizar los estudios y permitir que las agencias de calidad acrediten los resultados

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