La Vanguardia

Osos bailongos

- Julià Guillamon

La literatura catalana tiene dos momentos sublimes de osos bailongos. El primero, más conocido, es un poema de Salvador Espriu, L’os Nicolau, del libro Les cançons d’ariadna, del 1949. Es una canción para que el oso baile siguiendo el toque del tambor. Cuenta que es tan viejo que ha visto los grandes hitos de la historia de Sinera: maestranza­s y antiguos pilotos de barco, la monja que colgó los hábitos y la señora francesa distinguid­a que llegó de Vallgorgin­a. Quien hace bailar al oso es un gitano que le grita “mou el pinré” (los pies) y una serie de frases incomprens­ibles. Espriu se inspiró en un oso real llamado Nicolás, como el zar de Rusia. En Ronda de mort a Sinera de l’escola d’art Dramàtic Adrià Gual, por lo que se ve en las fotos, el actor Joan Tena encarnó un os Nicolau estupendo. Fue una gran idea que, en lugar de disfrazarl­o de manera realista, con pieles, vistiera un mono de mecánico: un mecánico que se movía como un oso.

El otro episodio es de El poble gris (1902) de Santiago Rusiñol. Una noche se presenta en el hostal un bohemio acompañado por un oso: “lo menos os possible, mansoi com una persona, desplomat, mústic i trist, sense ungles ni queixals, i quasi sense genives, amb una durícia al morro de tant portar-hi la cadena, amb un bossal per a enganyar la parròquia fent veure que encara podia mossegar.” El bohemio entra a cenar, el oso se queda atado de la cadena a una de aquellas anillas de las fachadas en las que se amarraban machos y caballos. Cuando sale a buscarlo, la cadena le ha roto el tabique entre los agujeros del morro. El bohemio, desesperad­o, imagina hospitales llenos de gente mordisquea­da. Empiezan a circular guerrillas, buscando al animal... que está en la cocina comiendo carne de la perola como el hombre más campechano.

Hace unos años, en Prats de Molló, compré el libre de François-régis Gastou Montreurs d’ours des Pyrénées et d’ailleurs (2002), con un material impresiona­nte sobre los osos bailadores y sobre los feriantes que los exhibían. Existió una gran tradición en Ariège y también muchos feriantes nómadas, generalmen­te gitanos.las fotos muestran a unos osos más humanos que los humanos: vapuleados y hambriento­s, incorporad­os sobre las patas posteriore­s, con la cadena y el bozal, a veces con un pandero en las mano. A menudo con otras bestias sabias, sobretodo monos. Los osos no creaban grandes problemas salvo si había caballos.en una fotografía el gitano y el oso llevan los dos la cadena al cuello. El gitano sostiene un garrote, el oso, el pandero. Para redondear la identifica­ción entre uno y otro, el gitano le ha puesto su sombrero.

Nosotros ya no hemos llegado a ver osos bailongos y prácticame­nte no sabemos nada de ellos. Para nuestros abuelos y bisabuelos, que posiblemen­te tampoco los vieron, era una herencia reciente, todavía fresca, como lo fue para Rusiñol o Espriu. Por eso, cuando empezaron las boîtes y la gente joven empezó a bailar suelto, después de décadas de polcas, valses y pasodobles en pareja, las abuelas sentenciab­an de manera contundent­e: “sembla el ball de l’oso”.

Para nuestros abuelos y bisabuelos, que tampoco los vieron, eran un recuerdo heredado, todavía fresco

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain