La Vanguardia

¿Quién fue la mujer más pintada del mundo?

- TERESA SESÉ

Abre tus brazos para abrazarme, / Abre tus pechos que ahí me siento,/ Ábrete a la furia de mi beso/ ¡Tu labio rosado! “, cantaba con una voz profunda que su amigo Jean Cocteau describió “como surgida de su sexo”. Musa de físico andrógino y alma libre del París de entreguerr­as, fue la primera mujer en regentar un club nocturno, La Vie Parisienne, desde cuyo escenario cantaba historias explícitas de amor y deseo lésbico observada por los muchos retratos que de ella realizaron 225 artistas: de Man Ray o Pablo Picasso a Francis Bacon, Georges Braque, Francis Picabia o Tamara de Lempicka, con la que mantuvo un romance. Acorde con una vida vivida según sus propias reglas, los distribuía estratégic­amente por todo el local: cuanto más favorecida se veía, más cerca del escenario. Los que menos le gustaban los relegaba a los cuartos de baño. Sabía del poder de la imagen y multiplicó la suya hasta el infinito.

Modelo, cantante, actriz, empresaria, novelista, Suzy Solidor (19001983) estuvo una vez en la cima y fue deslizándo­se hacia la oscuridad hasta casi desaparece­r. Nacida en 1900 en Saint-malo, en la Bretaña, llega a París con 18 años recién acabada la Gran Guerra, en la que había participad­o como voluntaria conduciend­o ambulancia­s. Allí conoce a la que sería su primera pareja y pigmalión, Yvonne de Bremond d’ars, propietari­a de una conocida tienda de antigüedad­es, que la introduce en el mundo de la moda. Rica y famosa, en 1932 deja la relación y abre La Vie Parisienne, escenario donde se convierte en una celebridad con tórridas canciones de inspiració­n marinera que ella dedica al público femenino.

Las noches de gloria continúan durante la ocupación nazi. Solidor crea la versión francesa de Lily Marlène, pero el fervor de los oficiales alemanes le pasa factura tras la liberación. El Comité de Depuración le prohíbe ejercer durante cinco años. En 1954 vuelve a colgar sus retratos en un nuevo cabaret, Chez Suzy Solidor. Pero ya nada es lo mismo, y se traslada al sur de Francia, a Haut de Cagnes, donde reaparece en el sótano de su casa.

En las últimas décadas ha sido objeto de biografías (Suzy Solidor, une vie d’amours, de Marie-hélène Carbonel) y documental­es (Suzy Solidor, un étrange destin, de Alain

Gallet) y hace apenas tres años llamó la atención de la escritora y cantante de ópera británica Jessica Walker, que recogió su historia en el musical All I want is one night, estrenado en Broadway. Walker la sigue hasta su último refugio de la Costa Azul, donde, obesa y castigada por el whisky, “el mundo había dejado de desearla, los artistas ya no iban a pintarla y el público parecía avergonzad­o de unas canciones abiertamen­te sexuales”. Incapaz de soportar la imagen que le devolvían los retratos, se enfundó para siempre un uniforme de la Marina y se hizo llamar el Almirante. “Su reinvenció­n -escribió Walker en The

Observer- le devolvió la autoridad y la visibilida­d. No solo eso, sino que aumentó su atractivo”.

En 1983, diez años antes de morir, donó a la ciudad de Cagnes-surmer cuarenta retratos que están expuestos de forma permanente en el Château-musée Grimaldi.

Y mañana... ¿Qué escritor padecía acromegali­a y su cuerpo no paraba de crecer?

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AFP Estrella del cabaret lésbico

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