El cirujano que fue fundación
Suso de Toro explora la doble vida de Ramón Baltar en ‘Un señor elegante’
Detrás de la figura de un cirujano respetable, se oculta un personaje sorprendente: Ramón Baltar. Suso de Toro (Santiago de Compostela, 1956) lo descubrió por casualidad, porque de su familia era el que pasaba más inadvertido y, en cambio, era el que ocultaba más cosas. Estamos en pleno franquismo, en Santiago, y de esa investigación surge una gran novela, Un señor elegante (Alianza Editorial; Més Llibres, en catalán; y Xerais, en original gallego).
“El sustantivo señor del título –detalla el escritor– lleva implícito dos aspectos: la conciencia de género y la conciencia de clase. No es un hombre contemporáneo, intento reconstruir antropológicamente un varón de otro tiempo, que es un señor burgués, con una posición en la sociedad. Lo de elegante es para subrayar el aspecto de máscara. El libro es el trabajo de deconstruir el traje, de desvelar”.
De Toro habla en primera persona narrando cómo intenta contar la historia de una familia, “pero el libro evoluciona” y se focaliza en Ramón Baltar: “Él mismo se encubrió. Sus descendientes directos me cuentan fragmentos de lo que a ellos les llegó: una superficie roma, sin aristas, de un burgués liberal, culto, un cirujano brillante, quizá el mejor de España. Sí se sabía que era republicano y había tenido algún incidente en el pasado. Al dialogar con sus descendientes, advierto actitudes contradictorias: el que quiere ir más allá y el que desea mantener la imagen establecida. Es fácil adivinar qué hago yo: el escritor es un profanador, quiere conocer la verdad”.
El autor reconoce que mantiene una relación de amistad con los hijos, pero ha sido un proceso complejo: “He tenido que respetar el camino psicológico que han hecho estas personas, porque he cambiado el relato de la familia y ellos han tenido que revisar la imagen de su padre”. Lo que aparece en su investigación es “un intelectual de acción, con un compromiso radical con la resistencia”.
“Ramón Baltar es un represaliado, expulsado de la universidad, pero no asume el papel de víctima. Resiste psicológicamente hasta el final, pero tiene que ocultar a sus hijos, por su bien, quién es él. Pero dejó los papeles...” Los mayores sí que sabían que “era un rojo y que un hermano suyo tuvo que exiliarse”. De hecho, el libro arranca con la huida de Antón Baltar al extranjero para salvar el pellejo. En cambio, como Ramón dirigía el Hospital Real, las nuevas generaciones “pensaban que era de derechas. Antón era la figura mítica, pero quien en realidad protegió a las familias exiliadas desde su posición oculta fue Ramón, haciendo lo más arriesgado. Protegía a tantas personas, que era una fundación. Ganaba mucho dinero, pero lo repartía a espuertas, para las causas y los exiliados”.
De Toro añade: “Pero, ojo, esta es la vida de buena parte de los españoles. Nos vimos encerrados en una burbuja de irrealidad y la sociedad española tiene, todavía hoy, un trabajo psicológico sin hacer. Los jóvenes creen que el tránsito a la democracia fue real, pero los mayores sabemos que no fue así, que nos tuvimos que conformar con lo que nos dejaban, porque había una necesidad y sabíamos que no habría más. La transición consistió en que nunca olvidásemos el miedo”, concluye.
“La transición consistió en que nunca olvidásemos el miedo”, afirma el escritor