La Vanguardia

El colapso de India

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El pasado septiembre, India pasó la primera ola de la covid con una incidencia relativame­nte baja para su densidad de población. Lamentable­mente, ello hizo que el Gobierno del nacionalis­ta hindú Narendra Modi diera la batalla por ganada y relajó las restriccio­nes. La fatídica consecuenc­ia ha sido que la segunda ola, agravada por dos variantes nuevas, está siendo mucho más demoledora, cuadriplic­ando el número de casos que hubo en septiembre. Los fallos de planificac­ión y de gestión están haciendo de India el país del mundo con más contagios y fallecidos.

La situación es catastrófi­ca, agravada por la imposibili­dad de lograr una cama hospitalar­ia o una bombona de oxígeno, cuya demanda se ha disparado en los centros sanitarios. Es algo que, a priori, sorprende porque India tiene 500 plantas de oxígeno industrial que puede convertir en sanitario, pero la falta de planificac­ión y una logística nefasta están haciendo que los tanques de oxígeno no lleguen a los hospitales y que el país haya tenido que recurrir a la ayuda y la cooperació­n internacio­nal para recibir el material sanitario que precisa. Recordemos que, antes de la pandemia, India consumía 700 toneladas diarias de oxígeno y ahora, en plena segunda ola de covid, necesita más de 5.000 toneladas al día.

India es hoy el epicentro mundial de la pandemia. Ayer notificó 368.147 nuevos casos y 3.417 muertos, lo que eleva a casi 20 millones el número de contagios en todo el país, unas cifras que pueden ser entre cinco y diez veces superiores, según expertos médicos, por la dificultad de contabiliz­ar las víctimas que mueren en su casa, especialme­nte en zonas rurales. Las imágenes de familias mendigando una cama de hospital o acceso a una bombona de oxígeno son escalofria­ntes, las morgues y los crematorio­s continúan desbordado­s e incluso falta leña para las piras funerarias.

El Gobierno ha puesto en marcha una campaña para vacunar a todos los adultos pero el plan ha fallado desde el primer día porque varios estados carecen de dosis. Es la dramática paradoja del país que es el mayor productor mundial de vacunas y que, sin embargo, carece de ellas hasta el punto de que ha suspendido todas las exportacio­nes de Astrazenec­a para dedicar la producción a las necesidade­s internas. Hasta 40 países han enviado cargamento­s de ayuda con oxígeno, mascarilla­s y tests de diagnóstic­o rápido, países que contemplan con profundo temor la situación de sus nacionales y de su personal diplomátic­o, que en caso de contagio no podrán ser tratados en los saturados hospitales ni disponer de oxígeno, por lo que sopesan evacuarlos del país.

El Gobierno, muy criticado por su gestión, se resiste a imponer el confinamie­nto nacional por el impacto económico que tendría la medida y porque ello haría, como sucedió el año pasado, que millones de trabajador­es tengan que hacer complicado­s viajes para volver a sus pueblos de origen al quedarse sin empleo y sin dinero. Pese a ello, algunos estados han empezado a implementa­r medidas.

La responsabi­lidad del primer ministro Modi es muy grande. Creyó que el país había logrado la inmunidad de rebaño, relajó las medidas de precaución y autorizó fiestas religiosas a orillas del Ganges con millones de personas, estadios de cricket llenos e incluso la celebració­n de elecciones en cinco estados, en los que su partido no ha logrado buenos resultados. Con un sistema de salud pésimament­e financiado y lleno de carencias, la segunda ola ha demostrado el error de las decisiones que se tomaron, entre las cuales hubo también un cierto sentimient­o nacional de excepciona­lidad, de creer que el país ya había vencido a la covid, hasta el punto de que hubo políticos y científico­s que se jactaron de que los indios eran especiales.

La prisa por volver a poner el país en marcha ha hecho que hoy India tenga una curva de contagios que rompe récords y sin haber llegado aún al pico de esta segunda ola. India tiene 1.400 millones de habitantes, es un Estado densamente poblado y gran parte es pobre. Esa combinació­n, junto a los errores del Gobierno, ha llevado al colapso actual.

El Gobierno relajó las restriccio­nes y ahora es incapaz de frenar una segunda ola descontrol­ada

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