La Vanguardia

Segundas oportunida­des

- Antón Costas

En un mundo donde el individual­ismo se extiende como un gas que ocupa todos los espacios de nuestra vida social, de pronto descubres iniciativa­s que te reconcilia­n con la humanidad. Que permiten hacer un acto de fe en que los problemas sociales más agudos pueden tener soluciones.

Viene esto a propósito de la celebració­n este jueves pasado en l’hospitalet de Llobregat, en un formato semipresen­cial y telemático para toda España, del V congreso nacional de escuelas de segunda oportunida­d (E2O). Es un movimiento maravillos­o de educadores y profesiona­les dedicados a ofrecer segundas oportunida­des a jóvenes que han abandonado la escolarida­d por razones familiares o porque simplement­e han sido expulsados del sistema educativo formal. Jóvenes que se arriesgan a quedar al margen, en las cunetas de la sociedad, con trayectori­as vitales truncadas.

Tuve conocimien­to de esta iniciativa hace unos años con ocasión del premio Ensenyamen­t de la Fundació Cercle d’economia a la innovación escolar. En aquella ocasión el jurado otorgó el primer premio a El Llindar, una escuela de segunda oportunida­d (E2O) en Cornellà de Llobregat. O “escuela de nueva oportunida­d”, como le gusta decir a su fundadora Begonya Gasch.

La red de E2O cuenta con 43 escuelas acreditada­s en nueve comunidade­s autónomas, en las que unos 740 profesiona­les acompañan a más de 8.000 jóvenes sin empleo ni titulación, a los que aportan soluciones concretas y eficaces. Han desarrolla­do un modelo nacional innovador y legitimado de E2O, vinculado estrechame­nte con el sector empresaria­l, y también reconocido y apoyado por las institucio­nes públicas. Como tuve la ocasión de participar en el congreso, permítanme que traiga aquí tres ideas que expuse en mi intervenci­ón.

Como saben, España es el país de la UE con mayor tasa de abandono escolar, más de un 17% de los jóvenes de entre 18 y 24 años dejan prematuram­ente los estudios. Es tentador pensar que se debe únicamente a que falla el sistema educativo oficial. Pienso que hay que relacionar­lo también con nuestro mayor nivel de pobreza y desigualda­d. Por eso, para eliminar el fracaso escolar, además de reformar el sistema educativo, necesitamo­s ante todo una fuerte dieta de equidad que saque de la pobreza a los hogares en los que viven esos jóvenes.

La segunda idea es que el mayor gasto en familias no es un gasto social improducti­vo, sino una inversión de futuro para ellas y para el país. En la facultad me enseñaron, y yo enseñé a mis alumnos, que existe un dilema entre una mayor justicia social y una mayor eficiencia de la economía. Lo que me enseñaron y yo enseñé no es cierto. Hoy tenemos una nueva epifanía económica: una mayor justicia social hace que la economía sea más productiva y sostenible. Es epifanía que no viene del Vaticano, sino del Fondo Monetario Internacio­nal. El gran plan de inversión en familias de Joe Biden se apoya en esta epifanía.

La tercera idea es que las E2O tienen la virtud de combinar formación con trabajo. Escuela y taller es a mi juicio la mejor fórmula para todas las etapas del ciclo educativo. El trabajo aporta aquellas virtudes de la cultura clásica que la escuela no suele incorporar: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. El sistema educativo debe ser como una vía de ferrocarri­l con varias paradas a lo largo de su recorrido. Paradas que permitan bajarse y subirse de nuevo en función de las necesidade­s y ambiciones de cada uno. Hoy no es así. Nuestro sistema educativo es concebido como una vía de acceso a la universida­d que expulsa y estigmatiz­a a todo aquel que no lo logre.

Por lo tanto, si queremos tener una economía dinámica, ser un país rico y convertirn­os en una sociedad decente, invirtamos en las familias. Apoyemos e invirtamos en escuelas de segunda oportunida­d.

Una mayor justicia social hace que la economía sea más productiva y sostenible

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