La Vanguardia

Hasta Ritz tiene Madrid

- Joaquín Luna

Como todo español de provincias, de Madrid espero mucho: sentir envidia, despotrica­r de Barcelona y regresar admirado. Así que este domingo al mediodía me planté en el renovado hotel Ritz de Madrid dispuesto a un brunch, yo que no desayuno y almuerzo tarde.

–Lo sentimos, pero no hay mesa hasta dentro de seis fines de semana.

¡Así va España! Ni dispuesto a pagar 90 euros puede uno tomarse el brunch en el Ritz después de cotizar treinta años a la Seguridad Social.

Y eso que me hice el catalán preconstit­ucional: he venido a pasar el día –mentira– y espero alojarme en mi próxima visita a Madrid con amante (si queda alguna promoción como la del pasado fin de semana: 640 euros la noche, habitación doble standard).

El restaurant­e del jardín del hotel también estaba a reventar y lo de comer en el vestíbulo, más luminoso que antes, me pareció un sí pero no con el riesgo de cruzarme con Sergio Ramos, de modo que busqué refugio en el bar, que se llama Pictura y es de mi estilo.

Lejos de echarnos a todos a patadas, el personal recoge a los curiosos, les da un tour instructiv­o y desea que volvamos pronto, aunque a este paso los clientes ricos se dirán que el Ritz ya no es lo que era.

El Pictura tiene una barra que promete y en una pared trece fotografía­s espléndida­s de Paula Anta, que te desafían con la mirada y acompañan lo suyo. Son retratos de “artistas, tanto consagrado­s como emergentes”. ¡Lo de emergente me da una envidia! ¿Hasta qué edad se puede ser emergente?

El señor duda: aperol o bloody mary. Como no tenía que impresiona­r a nadie y el camarero fue convincent­e, busqué ecos en el bloody mary, cruzando los dedos para que no fuese una crema de tomate espesa y con regusto a bote.

Desfilaban ante mí matrimonio­s conjuntado­s, ricuras de niños y algún millonario de Nueva York cuya cuarta esposa adora el Museo del Prado. Bien acomodado y crecido por no ser el único dominguero recordé los tiempos del Mandarin Oriental de Hong Kong, buque insignia del grupo que ahora gestiona este Ritz, cuyo lujo era más introverti­do. Todo en Madrid hoy parece extroverti­do.

Un antológico bloody mary, matizado y con su punto de mala leche. Dieciséis euros bien invertidos porque, como diría un castizo, este es el sitio para ver y ser visto.

El lujo es extroverti­do en Madrid y, como diría un castizo, el Ritz es el sitio para ver y ser visto

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