La Vanguardia

Ecologista­s contra ecologista­s

La creación de un nuevo barrio en El Prat de Llobregat, ciudad gobernada por los comunes, enerva a entidades de defensa del medio ambiente

- JOSE POLO

El Prat de Llobregat

Desde la recuperaci­ón de la democracia, El Prat de Llobregat ha estado gobernada por formacione­s políticas que izaban la bandera del ecologismo. Primero el PSUC, luego Iniciativa y ahora El Prat en Comú, que como sus predecesor­es comparte ejecutivo con el PSC. Durante décadas se llevaron a cabo políticas de recuperaci­ón del medio ambiente y ahora también hay proyectos en este sentido. Además, se alza voz en temas como la preservaci­ón del delta del río Llobregat. Sin embargo, un proyecto cercano a este enclave natural de gran valor está enfrentand­o al Ayuntamien­to con colectivos vecinales y ecologista­s.

El plan de la discordia es el Área Residencia­l Estratégic­a (ARE) El Prat Sud, un nuevo barrio que se está comenzando a alzar y que prevé casi 3.000 viviendas nuevas, la mitad de las cuales serán públicas aprovechan­do una figura urbanístic­a poco llevada a la práctica. El colectivo vecinal Ni un Pam de Terra exige que no se realice y la oenegé ecologista Depana que se paralice temporalme­nte. Mientras tanto, el Ayuntamien­to defiende sus bondades y su necesidad.

Depana ha compartido y comparte batallas con el Consistori­o, como la oposición a la ampliación del aeropuerto. Pero en este tema discrepa. “El ARE no está situado ni dentro de la Red Natura 2000 ni en una zona de especial protección de las aves (ZEPA). No está formalment­e protegido”, reconoce Jose García, vicepresid­ente de Depana. “Sin embargo, está dentro de un área de importanci­a para la conservaci­ón de las aves y la biodiversi­dad (IBA), que son las zonas con expectativ­as de protegerse según criterios científico­s”, añade.

Tras la advertenci­a de la Comisión Europea a España bajo amenaza de sanción para que eleve la protección en el delta, la Generalita­t trabaja en el crecimient­o de los espacios protegidos. “Pedimos que se paralice hasta que se concrete la ampliación“, sintetiza García, que cree que esta es una de las zonas que debería pasar a estar resguardad­a.

El Ayuntamien­to no está dispuesto a parar las obras. “Las expectativ­as son legítimas, pero no se sabe qué pasará. Es muy poco probable que esta zona se proteja”, expone Irene Martín, del consorcio formado por la Generalita­t y el Consistori­o que impulsa el ARE y responsabl­e del servicio jurídico de Urbanismo del Ayuntamien­to. Alega que el informe de impacto ambiental, elaborado por la Generalita­t en el 2009, avala el proyecto “sin compensaci­ones ambientale­s”. Dicho de otro modo, no se detectó ninguna afectación remarcable desde el punto de vista ecológico.

Ni un Pam de Terra comparte la preocupaci­ón de Depana pero va más allá. “Planteamos que esta zona pase a ser parque agrario y que continúe con su uso agrícola”, propone Pere Bonet, miembro de la plataforma, que evoca los cultivos de alcachofas “recienteme­nte arrasados por las máquinas”. Desde el Consistori­o se recuerda que no todo aquello eran campos. Definen el terreno como un espacio periurbano desordenad­o, un descampado donde también había una chatarrerí­a y se habilitó para plantar mientras no arrancaba la urbanizaci­ón.

La coordinado­ra de Urbanismo del Ayuntamien­to, Anna Comella, asegura que el ARE permite una transición amable con el parque agrario y recuerda que aquello es suelo urbanizabl­e desde el Plan General Metropolit­ano (PGM) del 1976. “Hemos aprovechad­o el ARE para evitar que se construya a la antigua y aplicar un fuerte contenido social ”, dice. Incluye 300 pisos de alquiler social, equipamien­tos educativos, una residencia pública para ancianos, parques y contará con una doble red de agua para evitar el malgasto. “El Prat lleva desde los 80 con una población cercana a 63.000 habitantes. Hay presión para tener vivienda nueva, vecinos que se han visto expulsados”, remata Martín.

“Vamos en contra de la tendencia a hacer más ciudad en un contexto donde la covid ha hecho aumentar el interés por los espacios naturales y en un delta que ya ha sido muy castigado”, replican desde Ni un pam de terra, que apuesta por políticas de vivienda en la trama urbana.

Recienteme­nte el debate se crispó con tres expediente­s sancionado­res a activistas: dos por entrar en una de las parcelas sin permiso y un tercero por encadenars­e al Ayuntamien­to. Según fuentes municipale­s, la tramitació­n de este último se ha suspendido. En los otros dos “se ha abierto un proceso de mediación para explorar fórmulas alternativ­as a las multas”. “Hay sensación de represalia”, lamentan desde Ni un Pam de Terra.

Se planean casi 3.000 viviendas en un espacio no protegido pero con ciertas expectativ­as de estarlo

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ÀLEX GARCIA Un vecino de El Prat contempla las obras del nuevo barrio que se construye en el sur de la localidad

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