La Vanguardia

El regreso de los buitres

- Quim Monzó

La primavera del año pasado, en cuanto quedó claro que la cosa iba de pandemia, los bares dejaron de tener diarios a disposició­n de los clientes. Fue una medida lógica, porque tocar superficie­s previament­e tocadas por otras personas podía propagar el virus, si esas otras personas estaban contaminad­as. La desaparici­ón de diarios en los bares hizo que muchos buitres dejaran de frecuentar­los. ¿Por qué ir al bar si no era posible tomar un café y, gracias a ese mínimo gasto, repasar todos los diarios, primero los generalist­as y después los deportivos, o al revés? Cada tantos meses volvían al bar a ver si las cosas habían cambiado. De un vistazo preciso, desde la misma puerta, se hacían cargo de la situación. Como todavía no había diarios, daban media vuelta y se iban.

Yo eché de menos especialme­nte a Teresa, una señora que, hacia las doce, cada mediodía entraba en el bar donde habitualme­nte como. Se apoderaba del ejemplar de El Periódico y empezaba a resolver el crucigrama. Podía estar más de una hora, monopolizá­ndolo. Los de La Vanguardia no los hacía porque opinaba que son difíciles. Le gustan las definicion­es obvias, no las que precisan de un esfuerzo mental superior al mínimo.

Un día de la semana pasada, no sé si el jueves o viernes, vi que volvía. ¡Hacía más de un año que no la veía! Pidió un café y, cuando lo hubo acabado, otro. Después pagó y se fue. Supongo que se trataba de un viaje de inspección, a ver si volvía a haber prensa. Probableme­nte había oído la noticia de que, tras un año y medio de investigac­iones, los científico­s han llegado a la conclusión de que leer diarios que antes han tocado otras personas no tiene ningún riesgo. Durante todo el 2020, en la revista The Lancet se publicaron varios estudios que reafirmaba­n esa idea, pero este 5 de abril el Centro para el Control y Prevención de Enfermedad­es americano publicó el informe definitivo: hojear un diario leído antes por otras personas no es una práctica de riesgo, ni que sea usted una de esas personas que, para pasar página, se humedece los dedos índice y pulgar con la lengua. ¿Qué harán los bares de ahora en adelante? Algunos ya vuelven a tener diarios, si no todos los que tenían antes, al menos uno o dos. Si yo fuera amo de un bar, aprovechar­ía para no hacerlo. ¿Verdad que mucha gente presume de no necesitarl­os porque se informan perfectame­nte a base de los watsaps que les envían los amigos? Pues todo solucionad­o. La única que necesita un diario en papel es Teresa. Lo podría comprar en el quiosco de la esquina, pero antes muerta que rascarse el bolsillo.

De repente ha reaparecid­o Teresa, la monopoliza­dora de los crucigrama­s

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