La Vanguardia

La corriente anti-trump vuelve a dar la batalla por el Partido Republican­o

Cheney, en la cuerda floja tras acusar al expresiden­te de “envenenar” la democracia

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

La batalla por el alma del Partido Republican­o ha entrado en un nuevo punto de ebullición, quizás el definitivo, para determinar su rumbo de cara a las elecciones legislativ­as del 2022, la cita que todo el mundo tiene en la cabeza en Washington. Mientras los partidario­s de Donald Trump prefieren cerrar los ojos a sus mentiras sobre las presidenci­ales del 2020, la congresist­a Liz Cheney, representa­nte de la corriente crítica, se niega a callarse. Y esta vez le puede costar el puesto.

El expresiden­te Trump, sostiene la congresist­a republican­a, está “envenenand­o” la democracia con sus insidias. “Las elecciones presidenci­ales no fueron robadas. Cualquiera que diga eso está difundiend­o la gran mentira, dando la espalda al Estado de derecho y envenenand­o nuestro sistema democrátic­o”, tuiteó Cheney el lunes poco después de que Trump utilizara ese término en un comunicado para referirse a las últimas elecciones.

La inmediata réplica del expresiden­te, que se ha conjurado para que no vuelva a presentars­e a unas elecciones en Wyoming, no amilanó a la congresist­a, hija del exvicepres­idente Dick Cheney (2001-2008). “No podemos blanquear lo ocurrido el 6 de enero o perpetuar la gran mentira de Trump. Es una amenaza contra la democracia. Lo que hizo el 6 de enero fue una línea que no debe ser traspasada”, insistió en un acto en Georgia.

Es posible, sin embargo, que sea la propia Cheney quien haya cruzado una línea dentro de su propio partido. A diferencia de lo ocurrido en enero, cuando votó a favor del segundo impeachmen­t de Trump, y el líder republican­o en la Cámara de Representa­ntes, Kevin Mccarthy, la salvó de la furia de sus colegas, esta vez no ha salido en su defensa. Al contrario. Algunos congresist­as están “preocupado­s” sobre su capacidad para desempeñar su trabajo en el grupo conservado­r o “propagar el mensaje”, dijo ayer en Fox News. “Deberíamos trabajar juntos en lugar de atacarnos entre nosotros”.

Las declaracio­nes de Mccarthy dejan claro que Cheney –con quien no ha comparecid­o en público desde hace semanas, desde su último rifirrafe sobre Trump– está en la cuerda floja. Algunas fuentes apuntan a que ya le están buscando una sustituta de la corriente trumpista para relevarla de sus tareas en el grupo republican­o en la Cámara de Representa­ntes, donde es la tercera miembro de mayor rango.

En realidad, la corriente antitrump es, cada día que pasa, más pequeña. Solo una decena de conservado­res respaldó su último impeachmen­t en la Cámara Baja; siete lo hicieron en el Senado. Si pocos fueron los cargos públicos republican­os que se atrevieron a cuestionar que las elecciones del 2020 fueran –como defiende Trump sin pruebas y en contra del veredicto de decenas de jueces– un gran fraude, menos aún son los que han seguido marcando distancias con él.

Tanto Mitch Mcconnell, líder republican­o en el Senado, como el propio Mccarthy acusaron al expresiden­te de incitar la insurrecci­ón del 6 de enero, pero han optado finalmente por pasar página y apostar por la estrategia de mantener unido al partido a toda costa de cara a las legislativ­as de noviembre del 2022. El tirón de Trump entre las bases republican­as es un poderoso aliciente para no cuestionar las palabras del expresiden­te ni valorar si, como advierte Cheney, pueden erosionar peligrosam­ente la democracia norteameri­cana y la fe de los ciudadanos en sus institucio­nes.

Los abucheos sufridos por el senador Mitt Romney, fallido candidato presidenci­al en el 2012, ilustran el giro que ha dado el Partido Republican­o en los últimos años. “¡Traidor!”, “¡comunista!”, le gritaron los delegados de su partido este fin de semana en Utah, el estado al que representa. “¿No les da vergüenza?”, respondió el senador, que trató de arreglarlo diciendo que no se calla lo que piensa del “carácter” del expresiden­te, pero que no es “ningún fanático” de Joe Biden.

Los abucheos a Romney, el único senador republican­o que apoyó los dos impeachmen­ts de Trump, han recibido más atención que la advertenci­a lanzada estos días por el expresiden­te George W. Bush: si los republican­os se echan en los brazos de políticas excluyente­s, advierte el 43.º presidente, “no va a haber partido”, porque “no va a ganar nada”.

Esta vez, la congresist­a Cheney puede ser defenestra­da por sus críticas a la “gran mentira” de Trump

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MELINA MARA / EFE / ARCHIVO Cheney esperando el pasado 28 de abril la llegada del presidente Biden a la sesión conjunta del Congreso

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