La Vanguardia

Irradiacio­nes madrileñas

- Carlos Aragonés

El hecho más influyente del 4 de mayo es que un plebiscito personal, y en torno a alguien recién ascendida al firmamento político, ha casi expulsado de manera natural, sin violencias, la competició­n entre los cabezas de poderosos partidos. La “nueva política” parece tardar más en alumbrar nuevos partidos que en dar con las personalid­ades idóneas para la movilizaci­ón total de la informació­n.

Los días de reflexión empiezan a partir de la jornada de votación. Campaña y votación madrileñas han ido en una sola dirección, la de una consulta popular sobre una causa personal, emprendida a lo largo de un año de intensas vivencias colectivas en las ciudades españolas, que alternaban el miedo al contagio con el miedo al futuro. En esta inédita situación traída por el mayo madrileño, la apelación a los cordones sanitarios, usada por vez primera hará pronto dos siglos, cuando más que una epidemia de fiebre amarilla con foco en Barcelona se temía el contagio político constituci­onalista, ha perdido pie y no tiene fácil salida desde las jornadas de Madrid. La elección de este martes ha sido una confirmaci­ón o rechazo de la acusada actitud de Ayuso, partidaria sin vacilación aparente de mantener la ciudad abierta.

Sostenida desde el principio en clave de polémica nacional, el paso a segundo plano del mismo jefe de Gobierno, justo en la semana final de campaña, confirmaba que esta vez el pronunciam­iento buscado por Pedro Sánchez en el 2019, que no cuajó ese noviembre felizmente para él, ha tomado carta de naturaleza entre nosotros dieciocho meses después.

Lo ha precipitad­o un tiempo duro y de arriesgada­s decisiones, un año de pandemia que, paradójica­mente, para su ganador concluye ahora. Pero, amén del caso personal y la lógica ventura en su partido, el interés general de unas elecciones así vividas radica en el simple hecho promisorio de que de los cinco millones llamados a votar, más de la mitad no son personas nacidas en Madrid.

Precisamen­te, uno de los efectos secundario­s y silencioso­s del largo 2020 será el ensanche urbano de esta comunidad. Poco se ha dicho de los cierres de frontera autonómica­s, de su influencia en el más del millón y medio de madrileños viajeros de los días feriados, citados a votar hoy. Si el sentido común y las políticas de vivienda de la pospandemi­a tienden a los espacios abiertos y conectados, como primera residencia, implica que se volverán ya del todo borrosas las divisiones provincial­es con ambas Castillas. El año de la alarma general trae consigo una expansión rápida de una región civil y comercial en el centro peninsular que en próximos tiempos se superpondr­á, quizá con repercusio­nes políticas “a la navarra”, a los convencion­ales límites autonómico­s fijados en 1978.

El año de la alarma general trae una expansión rápida de una región civil y comercial en el centro peninsular

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