Iglesias deja la política tras salvar a Unidas Podemos en la Comunidad
El exvicepresidente admite que su liderazgo es hoy un problema para los suyos
Pablo Iglesias se va. Su candidatura madrileña ha servido para salvar a Unidas Podemos de una probable debacle, pero el resultado ha sido modesto y, sobre todo, no ha servido para sumar. Peor que eso, en su renuncia hay un reconocimiento tácito de que su candidatura ha movilizado a la derecha trumpista y neofranquista: “Hemos constatado en esta campaña un incremento de la agresividad, una normalización sin precedentes de los discursos fascistas, de las amenazas de muerte, de la deshumanización y tengo la conciencia absoluta de haberme convertido en un chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros y más contrarios a la democracia”.
La operación Murcia, pensada (por enésima vez) para reducir el peso de Unidas Podemos en la dirección de Estado, se ha convertido en un nudo corredizo sobre el cuello del presidente Pedro Sánchez. La debacle de los socialistas ha provocado que Más Madrid les arrebate el liderazgo de la oposición. Pero a este lado, Pablo Iglesias ya tiene su funeral vikingo. “Es evidente que a día de hoy no contribuyo a sumar, no soy una figura que contribuye a sumar”. La irrevocable decisión, explicó, obedece a su convencimiento de que “la inteligencia política tiene que estar por encima de cualquier otra consideración”, y en tal sentido se aparta porque esa renuncia es “lo más útil para Podemos”.
Para el más perspicaz storyteller de la política española, todo su arco narrativo tiene un sentido minucioso y, a la luz de su renuncia, resulta elocuente su mitin de cierre de campaña, un discurso que era el amago de un réquiem una despedida o un testamento político. Fue aquel un repaso de su trayectoria desde la fundación de Podemos hasta su pugna como vicepresidente del Gobierno de coalición, una carrera de obstáculos contra las resistencias sistémicas a la entrada de Podemos en el poder. También, una clase práctica sobre la utilidad de la democracia, como palanca para compensar los mecanismos de poder de las élites económicas y mediáticas, dijo.
Iglesias diseñó su operación en las elecciones madrileñas como una ofensiva para impedir la entrada de la ultraderecha en el Gobierno de la comunidad. El objetivo no se consiguió. De hecho, pese a que se dio la condición de posibilidad que él mismo había reclamado, la movilización del voto en los municipios y barrios del sur, esto no aminoró la derrota de las formaciones de izquierdas sino que ha ensanchado mucho la ventaja de las derechas y ha puesto más difícil el cometido de darle la vuelta al resultado dentro de dos años. Y en su intervención de anoche, Iglesias admite que en parte es por una movilización del voto reaccionario que parece estar vinculada a su perfil, a su condición de supervillano favorito de los medios de comunicación madrileños. De los más abiertamente reaccionarios y filofranquistas, pero también de todos los demás, y de forma muy singular, de los próximos al socialismo, que lo han convertitérminos do en receptáculo de inquinas sin cuentos. Ese el catalizador de una caricatura deshumanizadora que explica el hecho de que sea el cargo público que ha sufrido un mayor hostigamiento personal, físico y mediático en la breve historia de la democracia española, en unos que, como reconocía anoche, lo convierten en un lastre para los intereses de Unidas Podemos.
“Estoy orgulloso de haber liderado un proyecto que cambió la historia de nuestro país”, dijo, recordando que su empeño puso fin a 80 años de exclusión de la dirección de Estado de la tradición política comunista, la más comprometida con el fin de la dictadura y la llegada de la democracia. Es paradójico, porque en buena medida ese fue el pecado que lo condenaría: tener éxito entrando en un Gobierno de coalición con el PSOE, una posibilidad contra la que llevaban alineados seis años todos los poderes que ofician en la misma Villa y Corte que ayer, dándole tres escaños más y aupando al trumpismo castizo, escribió su epitafio político.
Brindó por Yolanda Díaz, nueva líder del espacio y antes de recibir de su ejecutiva un aplauso de tres minutos, cerró con versos de Silvio Rodríguez, como el narrador pluscuamperfecto y sentimental que es: “He puesto toda mi inteligencia y toda mi pasión; no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui”.
HOSTIGAMIENTO
El líder de Podemos se siente “chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros”
TRES DIPUTADOS MÁS
El modesto aumento de Podemos sirve a Iglesias el funeral vikingo que acariciaba