La Vanguardia

No era el fascismo, eran los impuestos

- Fernando Ónega

Si fuese verdad que las elecciones de Madrid eran un combate entre fascismo y democracia, habría ganado el fascismo. Y no parece que sea verdad. Lo que hubo en las urnas de ayer ha sido, como estaba anunciado, un plebiscito de y a favor de Díaz Ayuso. Y ha sido un voto de censura popular a los partidos del Gobierno de coalición, porque sus dos grandes dirigentes, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, fueron seriamente castigados. Isabel Díaz Ayuso, la chica del barrio, la candidata a la que se atribuía poca formación y talla intelectua­l, ha conseguido una victoria épica. Me da igual la mayoría absoluta. Duplicar el número de escaños en la Asamblea es un resultado espectacul­ar. Lograr tantos escaños como todos los partidos de izquierda juntos es un triunfo con pocos precedente­s.

¿Cuáles han sido los méritos de esta chica, que no hizo bien el único debate de la campaña ni deslumbró en la mayoría de sus declaracio­nes? Se ha escrito mucho sobre sus teorías sobre la libertad. Hay literatura magnífica sobre las pequeñas libertades que ella representó. Para este cronista, la clave fundamenta­l ha sido la economía y, dentro de la economía, los impuestos. La gente y las empresas van a Madrid porque en Madrid se paga menos. Y esa gente y esas empresas valoran especialme­nte el impuesto de sucesiones. Lo supo ver Ángel Gabilondo, y lo primero que dijo fue que no los subiría, pero provocó el efecto contrario al buscado: le dio la razón a Ayuso y no resultó creíble por la insistenci­a del Gobierno central en la armonizaci­ón fiscal.

Después está lo ya conocido: los propietari­os de bares y restaurant­es, sus empleados, el pequeño comercio y los espectácul­os, como demostró Nacho Cano. Vieron lo que ocurrió con los cierres en otras comunidade­s, y convirtier­on a Díaz Ayuso en un mito. Jamás se habían visto fotos de un candidato entre las botellas de las cafeterías. Solo faltaba sacarla en procesión por las calles y lo hicieron ayer en una peana de votos. Ahora queda la incógnita Vox, que sí decidirá el discurso ajeno sobre si la derecha se centra o se escora.

De los vencidos, qué pena Ciudadanos, que empezó su declive en las elecciones generales, lo continuó en Catalunya, lo agravó en Murcia y en Madrid lo remató a pesar de su buen candidato. Qué pena de Ángel Gabilondo, otra vez quizá un magnífico presidente, pero un mal candidato para unas elecciones con tanto enfrentami­ento. Qué bien Mónica García, la emergente que puede entregar a Errejón la primacía entre los dos Podemos. Y qué escaso resultado para Podemos. Pablo Iglesias abandonó una vicepresid­encia para salvar al partido y lo salvó. Sin él como candidato, a lo peor hoy amanecía extraparla­mentario. Pero con él solo se puede concluir: mucho líder para tan poco resultado. Incierto destino el que Madrid le acaba de marcar.

La clave ha sido la economía; la gente y las empresas van a Madrid porque se paga menos

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