La Vanguardia

Daoiz, Velarde y las señoras votantes

- Joaquín Luna

Donde estén estas votantes, que se quiten los artilleros Daoiz y Velarde. En sillas de ruedas, tirando de andadores o apoyadas en bastones, más ellas que ellos, las votantes salían del Instituto Lope de Vega y el colegio Pi i Margall de Madrid con el documento en la mano y el orgullo en la frente.

No votarán, pensaron algunos, y ya hemos votado.

La salida de estos dos colegios electorale­s, contiguos, en el barrio de Fuencarral, zona de Malasaña, es una estampa conmovedor­a y no porque lo diga un cursi sino por las edades, la movilidad reducida a la mínima expresión y la determinac­ión de votar, votar y votar.

–¡Votamos por nuestro futuro! Así responde Enrique, de 58 años, que tira del carro de su padre de 91 años calle arriba después de depositar el sufragio. Antes, el futuro era cosa de los anuncios de refrescos y los jóvenes, hoy parece de todos.

El barrio se las trae. Fuencarral, Malasaña pero también Universida­d y tan cerca le pilla a uno La Vía Láctea, refugio de la movida, como el Palacio de Liria, casa de los Alba. “Es un distrito electoral muy diverso , envejecido y menos de izquierdas de lo que parece. En este colegio, por ejemplo, votan Esperanza Aguirre, Tejero Molina y el duque de Alba”, explica Juan Carlos, uno de los apoderados de Unidas Podemos en el Lope de Vega.

El marco es precioso. La plaza Dos de Mayo, eso que en las guías llaman “rincones por descubrir”, y los castizos la plaza del Dosde, dedicada a los ínclitos Daoiz y Velarde, que eran dos y no uno como Ortega y Gasset. Dos capitanes de artillería que se sublevaron en el vecino cuartel de Monteleón y palmaron aquel 2 de mayo de 1808 ante el francés, poco ilustrado, por cierto. Sus dos estatuas en bronce, obra de un catalán, Antonio Solá, dan prestancia –en el centro geométrico– a este espacio donde hay zonas de columpios y terrazas vermuteras, como el bar Gato, que añade “Bar de categoría” porque los hay incrédulos.

De diez a doce, la hora aconsejada para los mayores de 65 años, esto parece una romería a Lourdes aunque seas laica y a fin y objeto de votar, cosa que la mayoría de los interrogad­os se toman como “un deber”. Observar la determinac­ión de estas personas ilumina el ánimo y saca brillo a las jornadas electorale­s.

Carmen Díaz Barrique, 60 años, empuja la silla de ruedas de su madre, Matilde Barrique, de 91 años, y habla por ella: “Nunca ha fallado a una elección. Incluso en esta, con covid, ha querido votar. Para ella era muy importante, mucho”. Son una familia con pedigrí político porque un abuelo estuvo entre los fundadores del PSOE,

“¡Votamos por el futuro!”, dice un hombre que tira del coche de ruedas de su padre, 91 años, en la salida a lo Lourdes del colegio

apadrinado en sus nupcias por Pablo Iglesias y otro fue militar republican­o.

“Crecí en Universida­d, antes estaba la Complutens­e, que era un barrio de clase media. He vuelto hace tres años y se nota el cambio: los precios de la vivienda andan por las nubes”. Mientras hablamos, sin darnos cuenta, el sol aprieta pero Matilde no dice nada. Aguanta el sol como aguantó el franquismo y disfruta hoy de la democracia. Ya imagina uno su voto pero se despiden con ese civismo de la transición, algo olvidado: “¡Que gane el sentido común!”.

Los intervento­res del PP andan un poco moscas porque creen que uno de Unidas Podemos entra y sale demasiado de la zona de las mesas. Unos y otros creen que sí, que hacen falta para el buen desarrollo. “Están un poco quisquillo­sos. He sido intervento­r en otras elecciones, nada que ver: son más crispadas, más beligerant­es”, explica Guillermo Camarasa, de 27 años e intervento­r del partido de Ayuso.

–¿De qué medio es? ¡La Vanguardia! ¡Dieron en portada la muerte de mi tío, Paco Camarasa! (estimado librero, editor y apóstol de la novela negra en Barcelona).

El matrimonio López, 76 y 73, es de los últimos en salir, bastón y brazo, en el tramo de los mayores, que ha ralentizad­o la fila de los restantes votantes.”hay mucho en juego”. Madrid se siente importante. Será que lo es.

La participac­ión a las 13 horas –que acaparan la mayoría del voto de los ancianos– ha sido del 28,4%, por encima del 26,1% del 2019, sin virus. Daoiz, Velarde y estos votantes.

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DANI DUCH Los mayores desafiaron a la covid y elevaron la participac­ión hasta las 13 horas dos puntos por encima del 2019
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