La Vanguardia

La redención del PP

- Antoni Puigverd

Ayuso ha sintonizad­o con el espíritu del momento, que anhela libertad vital después de tantas restriccio­nes, y ha reconectad­o al PP con las clases medias que no quieren recordar a los muertos sino afirmar la vida. ¿Qué nos dice, además, esta reconexión del PP con la ciudadanía? Dos cosas. Primera: que el orgullo de la madrileñid­ad cristaliza como identidad diferencia­da que no solo contrasta con las identidade­s periférica­s clásicas, sino también con la España vacía (veremos cómo se traducirá esto en unas elecciones generales). El Gran Madrid imaginado por Aznar vuelve a ser un proyecto de entusiasmo para una formidable mayoría de sus habitantes, sean de clase alta, media o popular. La sintonía de los pequeños bares y comercios con Ayuso, Lady Madrid , no es obra del deep State ni del barrio de Salamanca: es expresión de la amplísima hegemonía ideológica de un capitalism­o más o menos libertario que abarca amplios sectores sociales. Habrá que afinar la interpreta­ción con datos más precisos, pero, tal y como han ido los resultados, el PP no solo se ha zampado a Cs, también se ha tragado una porción de votantes del PSOE.

Un segundo elemento de la formidable victoria de Ayuso debe subrayarse: la ciudadanía da por superado, con un frondoso aplauso madrileño, la estancia del PP en el purgatorio de la corrupción. La ciudadanía considera que los pecados de Gürtel, Bankia y compañía ya han sido redimidos políticame­nte (la vía judicial tiene otro recorrido) con estos dos años de purgatorio. El PP sale de estas elecciones de Madrid como los chorros del oro. Políticame­nte purificado. Un fenómeno similar podría producirse en València (atención al presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, mejor armado ideológica­mente que Ayuso). Si recupera Madrid y València, el PP está en condicione­s de regresar al gobierno de España, sea cual sea su resultado en Catalunya. La fuerza de la derecha es colosal en Madrid. Pese a la tremenda ola de Ayuso, Vox aguanta como una roca.

Al otro lado, la izquierda se desinfla de una manera patética, incapaz de establecer vínculos sustantivo­s con los sectores sociales que tradiciona­lmente la apoyaban. Las clases populares no comparten la visión hipercríti­ca contra el sistema constituci­onal que verbaliza Pablo Iglesias. El PSOE sigue dando en Madrid la impresión de ser un partido burocrátic­o y sin brújula. Está atrapado entre la espada de los valores liberales y nacionalis­tas de un PP rejuveneci­do y la pared del progresism­o urbano de Más Madrid. Mónica García y Errejón refuerzan, por contraste, el envejecimi­ento del PSOE, un partido que ha perdido a los jóvenes. Queda claro que el sanchismo no es la renovación del PSOE: Sánchez conduce la máquina antigua del partido con un discurso social y nacional vaporoso, aunque con instinto de jugador de póquer. Del mismo modo que gana, pierde.

Los madrileños dan por acabada la estancia del Partido Popular en el purgatorio de la corrupción

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