La Vanguardia

El voto ético en Madrid

- Fèlix Riera

La política española ha convertido la tensión política, expuesta en platós, parlamento­s y campañas electorale­s, en la más efectiva forma de activar al electorado dormido. Esta estrategia es usada por los partidos al constatar que ya no están en disposició­n de movilizar a su electorado con su ideología y propuestas programáti­cas. Durante las elecciones en Madrid, los partidos han advertido que solo es posible captar la atención de los ciudadanos apelando a su conciencia, a su ética. La batalla electoral ha sido un excelente ejemplo de activación del voto ético por parte de los partidos para evitar una campaña convencion­al que les hubiera restado opciones para lograr sus objetivos. El voto ético activado tanto por el bloque de izquierdas como de derechas es aquel en que el ciudadano ya no va a votar para lograr salvar las pensiones, luchar contra las desigualda­des o bajar los impuestos, sino para preservar la democracia o las libertades.

La activación del voto ético ha implicado provocar la ilusión en los electores de que debían votar por un bien superior al de sus intereses particular­es. Han tratado de situar a los votantes ante el dilema de tener que elegir entre el bien o el mal. Lo que se persigue es estimular que el votante interioric­e el miedo ante un exagerado e incluso falso peligro para que deje al margen su ideología y apoye una causa superior. La estrategia de motivar el voto ético ha sido clave para movilizar el voto, para que muchos ciudadanos consideren que juegan un papel clave para luchar contra el comunismo o el fascismo.

Situar al votante ante una contienda virtual a vida o muerte ha sido la apuesta de los partidos para ganar espacio electoral. Poco importa que tras las elecciones, hoy mismo, las apelacione­s a la lucha por la democracia y la libertad queden en segundo plano en favor de pactos electorale­s para obtener el poder. Lo que han buscado los partidos ha sido activar el voto ético y, al mismo tiempo, no despertar al ciudadano ético, no sea que se dé el caso de que este, tras las elecciones, siga movilizánd­ose. La campaña electoral nos deja una constataci­ón: haber vivido la movilizaci­ón más efímera de la historia en favor de la democracia.

Los partidos han situado al votante en

el dilema de elegir entre el bien o el mal

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