La Vanguardia

Neymar, pero... ¿hay pasta?

- Joaquín Luna

Tratándose de una junta directiva presidida por Joan Laporta, el fichaje de Neymar es verosímil. Más extraño es que volviese a liderar el Barça y ahí está, más chulo que la puerta de Alcalá y con ese estilo juerguista del que pide otra ronda y dice que la paga él.

Solo el fútbol, un negocio muy serio guiado por sentimient­os absurdos como la ilusión, el derroche, las fobias y las euforias, explica que un club en puertas de la ruina, incapaz de pagar puntualmen­te a sus empleados, desbordado por la masa salarial del primer equipo, pueda siquiera plantearse un capricho de la envergadur­a de Neymar.

Lo fantástico es que bastaría ganar la Liga para entrar en el estado de euforia de las juergas, donde todo el mundo lo pasa en grande sin importar quién pagará la cuenta, quién se levantará pronto al día siguiente y quién tendrá más resaca.

¡Neymar! El fichaje más conflictiv­o de la historia del FC Barcelona y el jugador menos comprometi­do con la institució­n, a la que dejó tirado y con muchos millones, algo que históricam­ente sienta fatal al club. No es cuestión de mencionar a Coutinho, que bastante tiene con su recuperaci­ón. Por si hubiese dudas, Neymar –bueno, su entorno– litiga con el club al que quiere volver, a saber si porque añora el Mediterrán­eo y la paella de marisco.

Y lo extraordin­ario de todo es que el asunto será debatido por los aficionado­s, cuando lo lógico es que no le dedicasen ni un minuto de atención. Porque Neymar igualó a lo de Figo, porque desmadejó una plantilla capaz de ganar más Ligas de Campeones y porque privó al club que tanto hizo por ficharle de

Solo el fútbol explica que un club que parecía arruinado se plantee siquiera darse un capricho como Neymar

la satisfacci­ón de verle jugar.

Fichar a Neymar sería volver a la espiral de los caprichos y derroches que habían llevado al club –eso decían en la campaña electoral– a estar a dos velas y dispuesto a someterse a un ciclo de austeridad y cantera.

Y aún con todo, por increíble que parezca, Neymar es deseado –por mí el primero– porque es un jugador deslumbran­te y porque la única economía que me interesa es la de mi país, la de mi empresa y la de mi santa casa. Vamos, que si el FC Barcelona quiere darse el capricho, la farra y el despiporre no seré yo quien se oponga rotundamen­te a traer un jugador tan talentoso aunque tenga 29 años y es de los que se quedan a mitad de camino en todo.

En otros tiempos, ya habría más de un socio que diría que, si viene Neymar, rompe el carnet (y vuelve a pedirlo). Hay que tomarse el fútbol de otra manera o dejarlo. De lo contrario nadie podría entender desear a una mujer que no nos conviene ni en pintura.

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